Moldear el metal sin usar calor, un sueño hecho realidad gracias a un equipo de investigadores de Singapur.
Inspirándose en los procesos naturales observados en ciertos organismos marinos, estos científicos han desarrollado un método que podría transformar la industria metalúrgica. Su enfoque innovador, detallado en
Advanced Functional Materials, se basa en el uso de quitosano, un derivado de la quitina, un material orgánico abundante en la naturaleza.
La quitina, presente en los caparazones de crustáceos, hongos y muchos otros organismos, se destaca por su ligereza y resistencia. Estas propiedades la convierten en un material ideal para ingenieros que buscan soluciones sostenibles. Como explica Javier Fernandez, profesor asociado en la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur (SUTD), la naturaleza encuentra soluciones efectivas sin recurrir a fuentes de energía intensivas. Esta observación llevó a su equipo a explorar la aplicación de la quitina en la metalurgia.
El método desarrollado por los investigadores permite formar estructuras metálicas funcionales a temperatura ambiente, una primicia en el campo. Utilizando quitosano disuelto en agua, crearon un compuesto metal-quitinoso introduciendo partículas metálicas. Al evaporarse el agua, las moléculas de quitosano unen las partículas, formando un sólido compuesto en un 99,5 % de metal. Esta técnica no requiere ni fusión ni presión elevada, a diferencia de los métodos metalúrgicos tradicionales.
Aunque los compuestos obtenidos no son de gran resistencia mecánica, presentan buena conductividad eléctrica y pueden imprimirse en 3D. Estas características los hacen particularmente interesantes para aplicaciones en la industria electrónica, especialmente para la fabricación de componentes no estructurales o electrodos de baterías. Javier Fernandez destaca que esta tecnología no reemplaza los métodos tradicionales, sino que ofrece alternativas complementarias más respetuosas con el medio ambiente.
Las perspectivas ofrecidas por esta innovación son prometedoras. El equipo de Javier Fernandez ya ha solicitado una patente para este método de fabricación y trabaja ahora en el desarrollo de componentes electrónicos 3D biodegradables. Un avance que podría abrir el camino a métodos de producción más eficientes y sostenibles en la industria electrónica.