Los resultados indican que los individuos con una masa muscular elevada y una baja tasa de grasa visceral presentan una edad cerebral estimada más joven. Por el contrario, la grasa subcutánea, situada justo bajo la piel, no muestra un vÃnculo significativo con el envejecimiento cerebral. Este descubrimiento pone de relieve la importancia de distinguir los tipos de grasa para evaluar los riesgos para la salud.
Este descubrimiento abre perspectivas para intervenciones dirigidas, como la preservación muscular y la reducción de la grasa abdominal profunda. Según los expertos, los programas de salud podrÃan integrar estos biomarcadores para monitorizar la eficacia de los tratamientos. El objetivo es desarrollar enfoques que mejoren simultáneamente la condición fÃsica y la función cerebral.
Cuidar del cuerpo contribuye, por tanto, directamente a mantener un cerebro sano. Esta conexión entre la silueta y la juventud cerebral ofrece nuevas pistas para prevenir las enfermedades neurodegenerativas. Hábitos de vida equilibrados, que combinen actividad fÃsica y alimentación adecuada, parecen prometedores para sostener el bienestar global.
La grasa visceral se almacena profundamente en el abdomen, alrededor de los órganos internos como el hÃgado y los intestinos. A diferencia de la grasa subcutánea, que se encuentra justo bajo la piel, es más activa metabólicamente y puede liberar sustancias inflamatorias. Estas sustancias pueden circular en la sangre y afectar a diversos sistemas, incluido el cerebro, contribuyendo a problemas de salud.
Esta medida permite identificar desviaciones con respecto a la edad esperada, lo que puede indicar un mayor riesgo de desarrollar ciertas afecciones, como la enfermedad de Alzheimer. Por ejemplo, un cerebro que parece más viejo que la edad real de la persona podrÃa señalar procesos de envejecimiento acelerado. Los investigadores utilizan esta información para estudiar los factores que influyen en la salud cerebral a lo largo del tiempo.
Este enfoque abre el camino a estrategias personalizadas para promover un envejecimiento saludable. Al monitorizar regularmente la edad cerebral, es posible adaptar los estilos de vida y los tratamientos para mantener una función cerebral óptima a lo largo de la vida.