Por Janosch Heller - Profesor Asistente en Ciencias Biomédicas, Universidad de la Ciudad de Dublín
Los microbios que viven en tu intestino han sido noticia innumerables veces en los últimos años. Aunque no sigas los avances en esta área, es muy probable que no hayas podido escapar de la gran cantidad de anuncios de probióticos, prebióticos y otros productos destinados a mantener tu microbiota intestinal saludable.
Recientemente también se han descubierto otros microbiotas que juegan un papel importante en nuestra salud. Nuestra
boca, nuestra
cavidad nasal, nuestra
piel e incluso nuestro cuero cabelludo tienen todos sus
propios microbiotas. Algunos científicos incluso han sugerido que el cerebro podría tener su propio microbioma.
Esta idea, que se formuló por primera vez en
2013, inicialmente no atrajo mucha atención. Y con razón: se pensaba desde hace mucho tiempo que el cerebro era un
órgano estéril, parcialmente aislado del resto del cuerpo por la barrera "hematoencefálica," que lo protege de posibles agentes dañinos que pueden circular en la sangre.
Diez años después, ¿dónde estamos? Es difícil confirmar la presencia de microbios en el cerebro por razones técnicas, especialmente porque los análisis que detectan material genético extraño a veces pueden estar sujetos a contaminaciones durante el tratamiento de las muestras. Sin embargo, se han reunido varias pistas.
Cuando la barrera hematoencefálica no cumple su función
Normalmente, el cerebro está protegido de posibles agentes infecciosos que podrían circular en la sangre, así como de ciertas sustancias nocivas que podrían disolverse en ella, gracias a la barrera hematoencefálica, una barrera fisiológica muy hermética ubicada entre la circulación sanguínea y el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal).
Sin embargo, con el envejecimiento y en enfermedades neurológicas como el Alzheimer, esta barrera protectora se vuelve permeable y algunas sustancias nocivas pueden penetrar en el cerebro. Esta situación puede originar algunas patologías.
Además, a medida que envejecemos, el sistema inmunológico también pierde efectividad. De esta manera, es posible que microorganismos que generalmente son eliminados en personas jóvenes persistan en el cuerpo de personas mayores.
En 2013, un equipo quiso saber si los microbios podrían ser capaces de invadir el cerebro de personas infectadas por el virus del VIH y que habían desarrollado síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Después de obtener el consentimiento de los pacientes, compararon (post-mortem, después de la autopsia) su tejido cerebral con el de personas no afectadas por la enfermedad (incluyendo muestras cerebrales de personas que habían sido sometidas a cirugía para tratar su epilepsia). Para su sorpresa, encontraron numerosas huellas de material genético no humano: más de 173 tipos de bacterias y fagos (virus que infectan bacterias) fueron detectados en los cerebros estudiados.
Más sorprendente aún: todas las muestras analizadas parecían contener material genético bacteriano, no solo aquellas provenientes de personas con VIH.
En la Universidad de Edimburgo, otro equipo de investigación
comparó los cerebros de personas con la enfermedad de Alzheimer con cerebros sanos. Si bien las muestras cerebrales de los primeros albergaban más bacterias y hongos que las de los individuos sanos, varias especies de hongos, bacterias y otros microorganismos también fueron evidenciadas en los cerebros sanos. Además, aunque se encontraron más bacterias en los cerebros de personas con Alzheimer,
Los análisis también revelaron que el microbiota del cerebro humano parece ser un subconjunto del microbioma intestinal (con el que comparte aproximadamente el 20 % de las especies). Aunque se encontraron más bacterias en los cerebros de personas con Alzheimer, los investigadores no pudieron determinar un patrón específico en los pacientes.
Cabe destacar que este estudio aún no ha sido revisado por pares; solo se ha depositado como "preprint" en el servidor Bioarchive, por lo que estos resultados deben interpretarse con cautela.
Todavía quedan preguntas sin responder
En definitiva, aún no sabemos cómo los microorganismos logran penetrar en nuestro cerebro.
Entre las teorías propuestas, una postula que los problemas de salud que afectan la boca, como las enfermedades de las encías o las caries, podrían causar lesiones tisulares que permitirían
a las bacterias normalmente presentes en la cavidad bucal viajar hacia el cerebro a través del sistema nervioso.
Es interesante notar que las bacterias bucales son capaces de producir proteínas amiloides. Las proteínas de esta familia también están presentes en las células cerebrales. Importantes para el funcionamiento normal del cerebro, pueden a veces formar acumulaciones anormales observadas, especialmente, en el cerebro de personas con la enfermedad de Alzheimer.
Gracias a los avances en técnicas moleculares, como las nuevas tecnologías de secuenciación, se pondrán en evidencia más microbios en lugares del cuerpo donde no se habían detectado antes. La noción de un microbiota cerebral es reciente y cautivadora. Al igual que con el microbioma intestinal, es posible que un desequilibrio en la proporción entre las diferentes especies de microbios presentes pueda ser el origen de enfermedades. Si ese fuera el caso, este descubrimiento podría abrir nuevas vías terapéuticas, especialmente en el contexto de ciertas enfermedades cerebrales como la enfermedad de Alzheimer.
Sin embargo, quedan varias preguntas sin respuesta. Sabemos que el microbioma intestinal varía de una persona a otra, y podría ser lo mismo para el microbioma cerebral. Aún no disponemos de un mapa de los microbios que podrían residir en el cerebro. Además, no sabemos cómo se controlan ni cómo logran, en primer lugar, llegar allí...