Cuando estalló la pandemia de COVID-19, una extraña teorÃa conspirativa invadió las redes sociales: las emisiones de radiofrecuencia de las antenas 5G serÃan responsables de la enfermedad. Esta creencia provocó más de 100 actos de vandalismo contra infraestructuras de telecomunicaciones y comportamientos agresivos hacia los trabajadores del sector.
Nuestro cerebro utiliza atajos mentales para procesar información compleja, como el sesgo de confirmación que nos impulsa a retener lo que confirma nuestras ideas preexistentes. Esta tendencia a ver intenciones maliciosas en eventos inexplicables ha alimentado históricamente injusticias, desde las cazas de brujas hasta las teorÃas conspirativas modernas. Estos fenómenos emergen a menudo de redes de interacciones sin que ninguna voluntad consciente los dirija.
Durante la pandemia de COVID-19, algunas personas atacaron antenas 4G y 5G creyendo erróneamente que sus emisiones causaban la enfermedad.
En los grupos, aparecen frecuentemente comportamientos extraños. La ignorancia pluralista ocurre cuando cada uno cree que los demás comprenden una situación, cuando en realidad nadie capta la verdad. El "pensamiento grupal" impulsa a los miembros a silenciar sus opiniones para preservar la armonÃa del grupo, incluso cuando están en desacuerdo. Estas dinámicas emergen naturalmente en ciertas condiciones y a menudo sorprenden a las autoridades.
Las redes sociales modernas aceleran la propagación de ideas extremas. Mientras que antes los rumores se difundÃan lentamente de pueblo en pueblo, hoy las comunidades en lÃnea conectan instantáneamente a personas que comparten las mismas opiniones, independientemente de su ubicación geográfica. Esta conectividad permite que opiniones marginales encuentren un amplio eco y generen rápidamente comportamientos colectivos sorprendentes, como los sabotajes de antenas 5G.
Los sesgos cognitivos que distorsionan nuestra percepción
Nuestro cerebro desarrolla constantemente atajos mentales para procesar información rápidamente, un legado de nuestra evolución que nos ayuda a tomar decisiones. Estos mecanismos, aunque útiles, pueden conducirnos a errores de juicio sistemáticos.
La tendencia a atribuir intenciones maliciosas a eventos inexplicables representa otro sesgo importante. En lugar de aceptar la incertidumbre o la complejidad, nuestra mente prefiere imaginar actores ocultos o conspiraciones, lo que proporciona una sensación de control sobre situaciones que de otro modo serÃan desconcertantes.
Estas distorsiones cognitivas se amplifican en los entornos digitales donde los algoritmos nos exponen selectivamente a contenidos que refuerzan nuestras opiniones preexistentes, creando burbujas informativas cada vez más impermeables a los hechos contradictorios.
La dinámica de los grupos y sus efectos emergentes
Cuando los individuos se reúnen, emergen comportamientos colectivos que no pueden predecirse simplemente estudiando a los miembros aislados.
La ignorancia pluralista ilustra perfectamente esta dinámica: cada miembro del grupo supone que los demás comparten una comprensión u opinión común, cuando en realidad nadie posee esa certeza. Este malentendido colectivo puede persistir indefinidamente mientras nadie se atreva a expresar sus dudas.
El pensamiento grupal representa otro mecanismo donde la cohesión del grupo prima sobre la toma de decisiones racional. Los miembros se autocensuran sus reservas y convergen hacia una posición media, a menudo más extrema que sus opiniones individuales. Este proceso ha contribuido a catástrofes históricas como la explosión del transbordador espacial Challenger.
La polarización de grupos ocurre cuando las discusiones refuerzan las posiciones iniciales en lugar de moderarlas. Los miembros moderados tienden a unirse a las posiciones más afirmadas.