Cuando los electrones se acumulan
La electricidad estática se forma cuando ciertos materiales intercambian cargas eléctricas. Frotar un suéter, caminar sobre una alfombra o deslizarse bajo una manta, son gestos que desplazan electrones de un objeto a otro. Resultado: nuestro cuerpo puede cargarse de electricidad sin que nos demos cuenta.
Mientras esta carga permanece "almacenada" en nosotros, no pasa nada. Pero en cuanto tocamos un objeto conductor, como una manija de metal, los electrones se desplazan de golpe hacia él. Esta transferencia brusca crea la pequeña chispa que sentimos como una descarga.
El fenómeno es particularmente frecuente en invierno o en lugares secos, ya que el aire húmedo conduce mejor la electricidad y evita esta acumulación. Cuando el aire está seco, en cambio, las cargas se acumulan con mucha más facilidad.
Una molestia más que un peligro
Estas pequeñas chispas pueden sorprender, pero son inofensivas en la vida cotidiana. Liberan una energía mínima, demasiado débil para dañar el organismo. Sin embargo, pueden ser problemáticas en ciertos lugares sensibles, por ejemplo en fábricas de productos inflamables o en quirófanos, donde todo está previsto para limitar la electricidad estática.
Para evitarlas, existen algunos trucos sencillos: humidificar ligeramente el aire de una habitación, usar ropa de algodón en lugar de materiales sintéticos, o tocar regularmente una superficie metálica. Esto permite descargar la electricidad suavemente, sin la desagradable chispa.
En definitiva, estos pequeños "calambrazos" son un recordatorio divertido e inofensivo de un principio fundamental de la física: las cargas eléctricas adoran circular, y solo esperan la oportunidad para hacerlo.