Los nombres de los huracanes no se eligen al azar. Detrás de cada denominación hay un procedimiento preciso, gestionado a escala mundial. Este sistema, a menudo ignorado por el público en general, es sin embargo esencial para garantizar una comunicación clara en situaciones de crisis.
Es la Organización Meteorológica Mundial (OMM) la encargada de asignar nombres a las tormentas tropicales. Una tormenta recibe un nombre una vez que sus vientos alcanzan al menos 63 km/h. El objetivo es facilitar la identificación y la difusión de alertas durante su seguimiento. Los nombres provienen de listas establecidas de antemano, alternando entre nombres masculinos y femeninos.
El astronauta japonés Akihiko Hoshide captó esta imagen del tifón Mindulle sobre Japón desde la Estación Espacial Internacional. Crédito: Jaxa/Akihiko Hoshide
Los nombres se extraen de listas regionales, utilizadas en rotación cada seis años. Cada cuenca oceánica tiene sus propias listas. Un nombre corto, distintivo y fácil de pronunciar puede salvar vidas cuando se difunde en los medios, aplicaciones meteorológicas y redes de emergencia.
En caso de una catástrofe mayor, como con Katrina o Haiyan, el nombre se retira definitivamente para evitar confusiones en el futuro. Luego es reemplazado por otro, seleccionado por los países miembros de la OMM y que comienza con la misma letra.
El sistema de nomenclatura ha evolucionado con el tiempo. En el siglo XIX, las tormentas solían llevar el nombre de un santo correspondiente al día de su aparición. Durante la Segunda Guerra Mundial, los aviadores estadounidenses usaban los nombres de sus seres queridos para designar las tormentas. Desde entonces, el sistema se ha profesionalizado, aunque conserva rastros de estas influencias históricas.
Hoy en día, los satélites meteorológicos permiten seguir con precisión la trayectoria e intensidad de los huracanes. Estos datos han mejorado considerablemente las predicciones y han permitido anticipar mejor las zonas de riesgo. Sin embargo, la predicción exacta de su impacto sigue siendo difícil, especialmente debido a las variaciones locales de topografía y clima.
¿Por qué algunos huracanes son más mortíferos que otros?
No es solo una cuestión de potencia. La trayectoria del huracán, la densidad de población de las zonas afectadas y la preparación local son factores decisivos. Un huracán de categoría 3 en una zona mal preparada puede causar más víctimas que uno de categoría 5 que golpee una región bien equipada.
El calentamiento global también podría influir en el aumento de la frecuencia e intensidad de los ciclones tropicales. Esto lleva a los científicos a revisar los modelos de predicción y las estrategias de adaptación frente a estas amenazas crecientes.