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Cuando te expones al sol, tu piel recibe rayos ultravioleta (UV). Estos rayos son invisibles a simple vista, pero penetran en las capas de tu piel. En reacción, tu cuerpo produce un pigmento llamado melanina, que es responsable del oscurecimiento de la piel. Cuanto más te expones, más melanina produce tu piel, lo que te da ese tono bronceado.
Pero ¿por qué hace esto el cuerpo? Simplemente para proteger tus células. La melanina actúa como una especie de escudo natural: absorbe parte de los rayos UV antes de que puedan dañar el ADN de las células de tu piel. Es por tanto una reacción biológica útil, pero que no es infalible.
Si te expones demasiado tiempo o sin protección, los UV pueden igualmente causar daños. Pueden provocar quemaduras solares, acelerar el envejecimiento de la piel y, a largo plazo, aumentar el riesgo de cáncer de piel. El bronceado es por tanto un signo de que la piel ha sido agredida, no una garantía de buena salud.
El tipo de piel también juega un papel importante. Algunas personas se broncean muy fácilmente, otras se enrojecen y casi no se broncean. Esto depende de la cantidad y del tipo de melanina producida naturalmente. Es por eso que las pieles claras necesitan protegerse más.
Así que te bronceas porque tu piel intenta protegerse del sol. Es una reacción natural, pero eso no significa que sea segura. Protegerse con crema solar, ropa o permanecer a la sombra sigue siendo esencial, incluso si te bronceas fácilmente. El bronceado es una señal de alarma, no una recompensa.