En estos animales, el cambio de color está principalmente relacionado con la muda estacional. Pierden su pelaje invernal, a menudo grueso y blanco para camuflarse en la nieve, y lo reemplazan por un pelaje más corto y marrón, que les ayuda a mimetizarse con el paisaje veraniego, como la tierra, las rocas o la vegetación. Este cambio sigue el ritmo de la luz del día: no es directamente la temperatura lo que desencadena la muda, sino la duración de la exposición a la luz, un fenómeno llamado fotoperiodismo.
Pero no todos los cambios de color en los animales están relacionados con el pelaje. Algunos reptiles, peces o insectos, como los camaleones o ciertas sepias, cambian de color en tiempo real, según su estado de ánimo, su entorno o la temperatura. En ellos, son células especiales en la piel, llamadas cromatóforos, las que se contraen o expanden para mostrar diferentes colores. Este tipo de cambio es rápido y a menudo reversible.
Otros animales, como algunas ranas, cambian de color para regular su temperatura corporal. En verano, un tono más claro puede permitirles reflejar más luz y mantenerse frescos, mientras que un color más oscuro capta el calor cuando hace frío.
Finalmente, algunos pájaros o peces ven su color volverse más vivo en verano, especialmente durante la época de reproducción. Estos colores más llamativos sirven entonces para atraer a una pareja, como una especie de mensaje visual.
Así, el cambio de color en los animales no tiene una única explicación. Puede tratarse de camuflaje, regulación térmica, comunicación o reproducción. En cualquier caso, es una respuesta precisa a su entorno. El verano, con sus largos días y nuevas condiciones, impulsa a muchas especies a transformarse para sobrevivir mejor.