🤔 ¿Ni introvertido ni extrovertido? ¡Quizás seas ambivertido!

Publicado por Cédric,
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: The Sun
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Disfrutas de las veladas con amigos y al mismo tiempo necesitas momentos de tranquilidad para recargarte: esta aparente contradicción corresponde en realidad a una realidad psicológica que los especialistas denominan ambiversión. Lejos de las categorías rígidas, nuestra manera de interactuar con los demás forma un espectro con matices sutiles donde cada uno encuentra su lugar según su energía del momento y las circunstancias.

Para comprender esta flexibilidad natural, comencemos por explorar los dos polos de este continuo conductual. La distinción esencial entre una persona extrovertida y una persona introvertida se sitúa en su fuente de energía y el tiempo de "recarga" requerido después de las interacciones.

El extrovertido obtiene su vitalidad del contacto con los demás: las estimulaciones sociales lo dinamizan, lo que le permite encadenar encuentros con un tiempo de recuperación relativamente corto. Por el contrario, el introvertido obtiene su energía de su mundo interior y la soledad: las interacciones, aunque apreciadas, lo consumen mentalmente, lo que le impone períodos de retiro más largos para recuperar su equilibrio.


Imagen de ilustración Pexels

El ambivertido encarna precisamente esta capacidad de navegar entre estos dos modos de recarga energética. Su necesidad de soledad entre las interacciones sociales no está ausente ni es sistemáticamente larga; se ajusta con flexibilidad según la intensidad de los intercambios y su estado del momento. Puede así participar en varios eventos cercanos si estos no son demasiado intensos, o por el contrario necesitar una pausa significativa después de una socialización particularmente exigente. Esta modulación del plazo de recuperación es la marca de su fluidez conductual.

Reconocer tu propio funcionamiento


Varios indicios permiten identificar esta fluidez conductual en la vida cotidiana. Quizás notes que tu nivel de entusiasmo por las salidas varía considerablemente según tu estado de fatiga o el tipo de actividad propuesta, señal de que tu batería social posee sus propios ciclos de carga y descarga. Después de varias horas en grupo, puede surgir una necesidad legítima de retirarte, no por rechazo a los demás sino por necesidad de recuperar un espacio personal donde reconstituir tus recursos interiores.

En las conversaciones, juegas naturalmente con dos registros, a veces en escucha atenta de los demás, a veces tomando la palabra para compartir tus ideas con convicción. Esta alternancia entre escucha y expresión se hace sin esfuerzo consciente, como si dispusieras de un repertorio conductual rico que te permite responder con precisión a cada situación social. Tus seres queridos probablemente te describen como una persona equilibrada, capaz tanto de dinamismo como de perspectiva según las circunstancias.

Tus preferencias sociales manifiestan una bella variedad que puede sorprender a las personalidades más polarizadas. Un fin de semana, la idea de una fiesta animada te seducirá, mientras que otra vez, declinarás cualquier invitación para dedicarte a actividades solitarias como la lectura o un largo paseo. Estas elecciones cambiantes no se deben a la inconstancia sino a una fina percepción de tus necesidades del momento, que honras con benevolencia.

Cultivar tu equilibrio cotidiano


Comprender esta dimensión de tu personalidad abre el camino a una mejor gestión de tu energía vital. Al planificar tus semanas alternando juiciosamente los momentos de sociabilidad y los espacios de soledad, preservas tu capital energético mientras satisfaces tus diferentes necesidades relacionales. Esta organización preventiva te evita los golpes de fatiga mientras te permite disfrutar plenamente de cada tipo de experiencia, ya sea colectiva o individual.

Contrariamente a ciertas creencias, nuestras tendencias naturales no constituyen una prisión definitiva; todos podemos desarrollar nuestra flexibilidad conductual mediante la práctica y la intención. Un introvertido puede aprender a tomar más fácilmente la palabra en público, mientras que un extrovertido puede cultivar el arte de la escucha silenciosa. Para el ambivertido, esta adaptabilidad representa más bien una competencia innata que afina naturalmente a lo largo de las experiencias, como un músico que improvisara con diferentes instrumentos.

El objetivo último no es coleccionar etiquetas psicológicas sino conocerse mejor para vivir mejor en acuerdo consigo mismo. Al escuchar con benevolencia tus necesidades cambiantes en materia de relaciones sociales, desarrollas una inteligencia de ti mismo que enriquece todos los aspectos de tu existencia. Ya te identifiques claramente con un polo o navegues entre los dos, lo importante sigue siendo respetar tu ritmo único para construir una vida auténtica y plena.

Para ir más allá: ¿Nuestra personalidad evoluciona con el tiempo?


La investigación muestra que nuestra personalidad experimenta transformaciones a lo largo de nuestra existencia, influenciada por las experiencias marcantes y las transiciones de vida. La entrada en la vida laboral, la parentalidad o los encuentros significativos pueden modificar duraderamente nuestras maneras de ser y de interactuar con nuestro entorno. Se observa frecuentemente una tendencia natural a volverse un poco más reservado al avanzar en edad.

Estas evoluciones no significan que traicionemos nuestra naturaleza profunda sino más bien que nos adaptamos a los cambios de nuestra vida. Aprendemos a afinar nuestros comportamientos, a desarrollar nuevas competencias relacionales y a comprender mejor nuestros límites personales. Este proceso de afinamiento progresivo nos permite navegar con más soltura en la diversidad de las relaciones humanas.

Considerar tu personalidad como dinámica abre perspectivas estimulantes de desarrollo personal. Más que encerrarse en etiquetas rígidas, esta visión nos anima a explorar nuestras potencialidades latentes y a cultivar los aspectos de nosotros mismos que nos ayudan a vivir mejor. Este enfoque hace posible una evolución armoniosa a cualquier edad de la vida.
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