En el torbellino de las prioridades diarias, el sueño a menudo queda relegado a un segundo plano, intercambiado por una hora de trabajo adicional o un momento de ocio. Sin embargo, numerosos estudios sugieren que este intercambio podría ser desfavorable para nosotros. Un análisis reciente a gran escala revela un vínculo asimétrico y sorprendente entre nuestro descanso nocturno y nuestra actividad diurna, lo que pone en perspectiva los consejos de salud más comunes.
La búsqueda de un estilo de vida equilibrado, articulado en torno a un sueño suficiente y una actividad física regular, parece ser un ideal inalcanzable para la gran mayoría de nosotros.
La constatación de un doble déficit generalizado
Un equipo de investigación ha compilado y examinado una cantidad fenomenal de datos anónimos, recopilados durante varios años de más de 70 000 personas en todo el mundo. Esta información, procedente de sensores de sueño y rastreadores de actividad, ofrece una fotografía fiel de los hábitos de vida, lejos de las declaraciones a veces aproximativas de los cuestionarios. El panorama que surge es contundente: conciliar los objetivos en materia de sueño y movimiento es una hazaña rara.
De hecho, menos del 13% de los individuos seguidos logran simultáneamente dormir entre 7 y 9 horas y realizar al menos 8 000 pasos diarios. Por el contrario, una proporción preocupante, cerca de una persona de cada seis, acumula un sueño corto, inferior a 7 horas, y un nivel de actividad sedentario, por debajo de 5 000 pasos por día. Esta configuración se asocia regularmente en la literatura científica con riesgos aumentados para la salud física y mental.
El análisis minucioso de estos millones de días permite ir más allá del simple hecho estadístico. Revela dinámicas temporales precisas, mostrando cómo las noches influyen en los días siguientes, y viceversa. Los investigadores han podido modelar estas interacciones, destacando una relación direccional más fuerte de lo anticipado. Esta observación lleva a reconsiderar la jerarquía de las acciones a emprender para mejorar su higiene de vida global.
La primacía del sueño sobre la actividad
El resultado más destacado de estos trabajos, publicados en
Communications Medicine, reside en la asimetría de la influencia entre sueño y actividad. Los datos demuestran que una noche de buena calidad, caracterizada por una duración adecuada y pocos despertares, predispone a un día más activo. Por el contrario, el hecho de acumular pasos en un día no mejora significativamente la calidad o la duración del sueño que sigue. El descanso aparece así como la palanca principal.
Hecho notable, la relación no es lineal. Las noches de una duración media, que rondan las 6 a 7 horas, se correlacionan con un mayor número de pasos al día siguiente, más que para las noches muy largas. Los autores subrayan que este hallazgo no significa que haya que reducir su tiempo de descanso, sino que hay que apuntar a un sueño eficaz. Las personas cuyo sueño es fragmentado o poco reparador, cualquiera que sea su duración, presentan una actividad física globalmente menor y menos regular.
Este descubrimiento ofrece una perspectiva pragmática para las personas cuyo horario está ocupado. Según los autores, comenzar por estabilizar y mejorar su sueño podría ser la estrategia más eficiente para recuperar energía y motivación, y así desencadenar un círculo virtuoso. Ajustes simples en el entorno y los hábitos nocturnos podrían por lo tanto tener un impacto indirecto, pero sustancial, en el nivel de actividad física general, sin requerir un esfuerzo de voluntad adicional.