La singularidad del cerebro humano encuentra una explicación con... la fermentación

Publicado por Redbran,
Fuente: Nature Communications Biology
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La evolución del cerebro humano, desde su forma primitiva en los primates hasta el órgano complejo y creativo que conocemos hoy, sigue siendo un enigma. Un artículo publicado recientemente en Nature Communications Biology propone una nueva teoría: la fermentación habría jugado un papel clave en este desarrollo.


El papel de la alimentación en la evolución cerebral es crucial. Erin Hecht, profesora adjunta en biología evolutiva humana y coautora del estudio, explica que el tejido cerebral es costoso en energía. Para sobrevivir, los Australopithecus, nuestros ancestros con grandes cerebros, tuvieron que modificar su dieta. La teoría popular de la cocción de alimentos ha sido durante mucho tiempo favorecida, pero este estudio sugiere otra pista: la fermentación.

El problema con la teoría de la cocción es que el uso del fuego por los homínidos se data en aproximadamente 1,5 millones de años atrás, mientras que el aumento del tamaño del cerebro comenzó hace 2,5 millones de años. Katherine L. Bryant, coautora del artículo e investigadora en el Instituto para el Lenguaje, la Comunicación y el Cerebro en la Universidad Aix-Marseille, señala que se necesitaba otra modificación alimentaria para liberar las restricciones metabólicas sobre el tamaño del cerebro. La fermentación podría ser esa modificación.

La nueva hipótesis propuesta por Hecht y su equipo sugiere que la fermentación de alimentos almacenados, ofreciendo así una forma de alimento "pre-digerido", proporcionó una fuente de energía más accesible, favoreciendo el crecimiento del cerebro y la supervivencia de nuestros ancestros. Esta evolución habría sido un feliz accidente, resultado de un efecto secundario en la conservación de los alimentos. El consumo de alimentos fermentados es común en todas las culturas, desde Francia con su vino y queso hasta Asia con la salsa de soya y el natto.

El intestino humano, proporcionalmente más pequeño que el de otros primates, demuestra una adaptación a una dieta previamente transformada por la fermentación. Hecht sugiere que estudios adicionales sobre la respuesta cerebral a alimentos fermentados y no fermentados, así como sobre los receptores olfativos y gustativos, podrían ser beneficiosos. Estos campos representan líneas de investigación prometedoras.

Bryant también prevé resultados positivos en la exploración del papel de los alimentos fermentados sobre la salud humana y el mantenimiento de un microbioma intestinal sano, ya asociado con la salud física y mental en muchos estudios.

La comprensión de la evolución del cerebro humano se enriquece así con esta nueva perspectiva, ofreciendo nuevos caminos de investigación para comprender uno de los mayores misterios de la evolución humana.
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