Un estudio reciente revela que la temperatura interior podría desempeñar un papel clave en la salud cognitiva de las personas mayores. Entre 20 y 24 °C, el rendimiento atencional parece ser óptimo, un hallazgo que plantea preguntas sobre el impacto del calentamiento global.
Los investigadores del Hinda and Arthur Marcus Institute for Aging Research, afiliado a la Harvard Medical School, realizaron un estudio con 47 adultos mayores durante un año. Su objetivo: comprender cómo las variaciones de temperatura en el hogar afectan su capacidad para concentrarse. Los resultados, publicados en el
Journal of Gerontology, muestran que las fluctuaciones térmicas pueden afectar las dificultades atencionales mucho más de lo que se suponía.
Temperatura y atención: un vínculo estrecho
Los participantes reportaron menos problemas de concentración cuando su hogar se mantenía entre 20 y 24 °C. Fuera de este rango, sus problemas de atención se duplicaban con cada variación de 4 °C, tanto hacia arriba como hacia abajo. Estas observaciones subrayan la importancia de un entorno térmico estable para preservar las funciones cerebrales.
Las poblaciones de bajos ingresos son particularmente vulnerables, ya que a menudo cuentan con menos recursos para regular la temperatura de sus hogares. Esta desigualdad socioeconómica podría agravar los riesgos para su salud cognitiva, especialmente en un contexto de cambio climático.
Un desafío de salud pública
Los investigadores hacen un llamado a políticas públicas dirigidas a mejorar la eficiencia energética de las viviendas y garantizar un acceso equitativo a los sistemas de regulación térmica. Soluciones tecnológicas, como las casas inteligentes, también podrían desempeñar un papel clave en este esfuerzo.
El estudio destaca la urgencia de adaptar los hogares a las necesidades de los adultos mayores, especialmente frente al aumento de las temperaturas globales. Proteger su bienestar cognitivo requiere una mejor gestión de los entornos interiores, un desafío que va más allá del ámbito individual.
Para profundizar: ¿Qué es la resiliencia climática?
La resiliencia climática se refiere a la capacidad de un individuo, una comunidad o un sistema para adaptarse a los efectos del cambio climático. Implica medidas para reducir los riesgos y mantener un funcionamiento óptimo frente a las perturbaciones ambientales.
Para las personas mayores, la resiliencia climática pasa por viviendas adaptadas, capaces de mantener una temperatura estable a pesar de las variaciones externas. Esto incluye aislamiento térmico, acceso a sistemas de calefacción o refrigeración eficientes y tecnologías inteligentes para regular el entorno interior.
Las políticas públicas desempeñan un papel clave en el fortalecimiento de esta resiliencia. Deben fomentar la eficiencia energética de los edificios y garantizar un acceso equitativo a los recursos necesarios, especialmente para poblaciones vulnerables como los adultos mayores de bajos ingresos.
Finalmente, la resiliencia climática no se limita a las infraestructuras. También abarca iniciativas educativas y sociales para sensibilizar y preparar a las personas ante los desafíos relacionados con el calentamiento global, en particular aquellos que afectan la salud cognitiva y física.
¿Qué es la salud cognitiva?
La salud cognitiva se refiere a la capacidad del cerebro para funcionar de manera óptima, especialmente en términos de memoria, atención, razonamiento y resolución de problemas. Es esencial para mantener la autonomía y la calidad de vida, especialmente en las personas mayores.
Varios factores influyen en la salud cognitiva, incluidos el entorno, el estilo de vida y las condiciones de salud generales. Los trastornos cognitivos pueden manifestarse como dificultades para concentrarse, recordar o tomar decisiones. Estos problemas a menudo se ven exacerbados por condiciones ambientales desfavorables, como temperaturas extremas o falta de confort térmico.
Proteger la salud cognitiva requiere un enfoque integral, que incluya entornos de vida adaptados, una alimentación equilibrada, actividad física regular e interacciones sociales estimulantes. Estos elementos contribuyen a preservar las funciones cerebrales y a retrasar el declive cognitivo relacionado con la edad.