Las focas podrían percibir directamente el nivel de oxígeno en su sangre, una capacidad que los humanos no poseen. Un estudio escocés revela que estos mamíferos marinos adaptan sus inmersiones en función de este parámetro vital.
A diferencia de los animales terrestres, que dependen principalmente del nivel de CO₂ para activar la respiración, las focas parecen ser capaces de "sentir" su oxigenación sanguínea. Este descubrimiento, publicado en
Science, aclara los mecanismos que les permiten evitar el ahogamiento durante inmersiones prolongadas.
Un experimento ingenioso para resolver el misterio
Se colocaron focas grises en un estanque equipado con una cámara respiratoria y un dispensador de peces. Los investigadores modificaron la composición del aire en la cámara, variando los niveles de oxígeno y CO₂. Los animales buceaban libremente para alimentarse, lo que permitió observar su comportamiento.
Cuando el oxígeno estaba más concentrado, las focas prolongaban sus inmersiones. Por el contrario, un aire empobrecido en oxígeno las hacía subir más rápido. El CO₂, en cambio, no influía en su tiempo de inmersión. Estos resultados sugieren una sensibilidad directa al oxígeno, y no al CO₂.
Esta capacidad permitiría a las focas ajustar su esfuerzo según sus reservas. A diferencia de los humanos, que corren el riesgo de sufrir síncope en apnea, ellas evitan así agotar sus reservas antes de volver a la superficie.
Una adaptación para la vida marina
Los mamíferos terrestres, incluidos los humanos, no perciben directamente su nivel de oxígeno en sangre. Su respiración se activa por la acumulación de CO₂, un mecanismo eficaz en el medio aéreo, pero arriesgado en el buceo. Las focas, en cambio, habrían desarrollado una mayor sensibilidad al oxígeno.
Esta particularidad podría explicar por qué las focas grises pueden sumergirse hasta 600 metros sin perder el conocimiento. Su capacidad para "monitorear" el oxígeno les permitiría ascender antes de alcanzar un umbral crítico.
Estudios similares en otras especies marinas (tortugas, cocodrilos) sugieren que este rasgo podría ser compartido. Futuras investigaciones podrían determinar si esta adaptación es común a todos los mamíferos buceadores.