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🌀 ¿De dónde vienen los huracanes? El poder oculto del océano
Publicado por Redbran, Otros Idiomas: FR, EN, DE, PT
Cada año, poderosas tormentas giratorias se forman sobre los mares tropicales: son los huracanes. Pueden devastar regiones enteras, con sus vientos violentos y lluvias torrenciales. Pero, ¿cómo puede nacer un huracán... a partir de simples nubes sobre agua caliente?
El huracán Florence visto desde la Estación Espacial Internacional en 2018. El ojo, la pared del ojo y las bandas de lluvia circundantes son características de los ciclones tropicales. Imagen Wikimedia
Todo comienza con agua muy caliente
Los huracanes nacen sobre los océanos tropicales, cuando el agua superficial supera los 26-27°C. Este calor hace que el agua del mar se evapore, creando grandes cantidades de vapor de agua.
Este vapor sube a la atmósfera, se enfría y luego se condensa formando nubes. Al condensarse, libera energía (lo que se llama calor latente), lo que calienta aún más el aire circundante. El aire caliente asciende y atrae aire más frío desde abajo... haciendo girar todo el sistema.
Una máquina natural que gira en bucle
Poco a poco, esta columna de aire caliente que asciende se organiza: el sistema comienza a girar debido a la rotación de la Tierra, un efecto llamado "fuerza de Coriolis". El aire es succionado hacia el centro, donde la presión es muy baja. Los vientos comienzan a girar cada vez más rápido alrededor de este centro, que se llama el ojo del ciclón.
Mientras el huracán permanezca sobre un océano cálido, se alimenta del calor y la humedad. Así puede crecer y volverse muy poderoso, con vientos que pueden alcanzar varios cientos de km/h.
Cuando el huracán toca tierra...
Tan pronto como el huracán llega a la costa, pierde rápidamente su fuerza. ¿Por qué? Porque ya no tiene agua caliente debajo para recargarse. Sin embargo, su energía acumulada provoca grandes daños, con inundaciones, vientos violentos y olas enormes (llamadas "marejadas ciclónicas").
Con el calentamiento de los océanos, los huracanes se vuelven más intensos y húmedos, aunque no necesariamente más numerosos. Los científicos monitorean su evolución de cerca para predecir mejor los riesgos futuros.