✨ Dos estrellas masivas nos rozaron, dejando huellas aún visibles

Publicado por Adrien,
Fuente: The Astrophysical Journal
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Nuestro Sistema Solar, en lugar de viajar por un espacio vacío, está rodeado de nubes de gas y polvo. Unos astrónomos han descubierto recientemente que estas nubes llevan la marca de un encuentro cercano con dos estrellas gigantes, hace varios millones de años. Esta revelación abre una nueva ventana a la historia de nuestro rincón de la galaxia y a las condiciones que pudieron influir en la vida en la Tierra.

Para llegar a estos resultados, un equipo de investigadores ha reconstruido los movimientos elaborados del Sol, de las estrellas vecinas y de las nubes interestelares locales. Estas últimas se extienden unos treinta años luz y se desplazan por el espacio, al igual que nuestra estrella que se mueve a una velocidad impresionante. Según Michael Shull de la Universidad de Colorado Boulder, es como resolver un puzle cuyas piezas se mueven todas a la vez. Su modelo ha permitido rastrear el paso de dos estrellas en nuestra vecindad hace 4,4 millones de años.


Mapa de las nubes interestelares locales cerca del Sistema Solar, con flechas azules indicando sus direcciones de movimiento. La flecha amarilla muestra la trayectoria del Sol.
Crédito: NASA/Adler/U. Chicago/Wesleyan

Estas dos estrellas, llamadas Epsilon y Beta Canis Majoris, están situadas en la constelación del Can Mayor y se encuentran hoy a 400 años luz de nosotros. En la época de su paso, se acercaron a unos treinta años luz del Sol, una distancia considerable para nosotros pero relativamente pequeña a escala galáctica. Mucho más masivas y calientes que nuestra estrella, brillaban entonces entre cuatro y seis veces más que Sirio, la estrella más luminosa actual del cielo nocturno. Su intensa radiación ultravioleta dejó una huella duradera en el entorno cercano, una verdadera cicatriz de ionización (ver más abajo).

Esta huella corresponde a la ionización de los átomos de hidrógeno y helio en las nubes interestelares. La radiación de las estrellas arrancó electrones a estos átomos, dándoles una carga eléctrica positiva. Los científicos han detectado este fenómeno observando que el 20% del hidrógeno y el 40% del helio en estas nubes estaban ionizados, un nivel anormalmente elevado. Esto resuelve un antiguo enigma sobre la composición de estas regiones gaseosas.

La ionización de las nubes no puede atribuirse únicamente a estas dos estrellas. Los investigadores creen que al menos otras cuatro fuentes de radiación ultravioleta han contribuido, entre ellas tres enanas blancas y la burbuja local caliente. Esta última es una región del medio interestelar relativamente vacía, creada por las explosiones en supernova de una decena de estrellas hace mucho tiempo. Estos eventos calentaron el gas, emitiendo rayos X y ultravioleta que también ionizaron las nubes alrededor del Sistema Solar.

El efecto de esta ionización no es eterno. Con el tiempo, los átomos recuperan su estado neutro al capturar electrones libres, un proceso que podría durar algunos millones de años. Paralelamente, las estrellas Epsilon y Beta Canis Majoris están al final de su vida. Al contrario que el Sol, que seguirá brillando durante miles de millones de años, estas gigantes consumen su combustible mucho más rápido y deberían explotar en supernova en un futuro próximo a escala cósmica (explicación al final del artículo).

Aunque demasiado lejanas para amenazar la Tierra, sus explosiones ofrecerán un espectáculo celeste notable, iluminando el cielo de manera espectacular sin peligro. Este estudio se publica en The Astrophysical Journal.

La ionización de las nubes interestelares


La ionización es un proceso en el que los átomos pierden o ganan electrones, modificando su carga eléctrica. En el espacio, este fenómeno se produce a menudo por efecto de radiaciones energéticas, como los ultravioletas emitidos por estrellas calientes. Cuando estos rayos golpean nubes de gas, pueden arrancar electrones a los átomos de hidrógeno y helio, transformándolos en iones cargados positivamente. Esta alteración deja una huella detectable por los instrumentos astronómicos.

En el caso de las nubes interestelares locales, la ionización observada es particularmente fuerte, con porcentajes elevados para el helio. Esto indica que fuentes de radiación potentes han actuado sobre estas regiones. La ionización afecta a las propiedades físicas de las nubes, como su temperatura y densidad, lo que puede influir en la formación de nuevas estrellas o en la propagación de la luz en el espacio.

Los átomos ionizados acaban por recuperar un estado neutro al capturar electrones libres, un proceso que puede tardar millones de años. Durante este período, las nubes permanecen marcadas por el evento que las ionizó, ofreciendo a los científicos un medio para rastrear la historia de las interacciones estelares en nuestra vecindad galáctica.

Comprender la ionización ayuda a cartografiar los flujos de energía en el Universo y a evaluar cómo evolucionan los entornos cósmicos con el tiempo. Es un elemento importante para captar las condiciones que prevalecen en diferentes regiones de la galaxia, incluida la zona alrededor de nuestro Sistema Solar.

El ciclo de vida de las estrellas masivas


Las estrellas masivas, como Epsilon y Beta Canis Majoris, tienen una existencia breve pero intensa. Mucho más grandes que el Sol, queman su combustible nuclear a un ritmo acelerado, lo que las hace extremadamente calientes y luminosas. Su temperatura superficial puede alcanzar varias decenas de miles de grados, emitiendo una radiación ultravioleta potente que influye en su entorno. A diferencia de las estrellas más pequeñas, su vida se cuenta en millones en lugar de miles de millones de años.

Al final de su vida, estas gigantes suelen sufrir una explosión espectacular llamada supernova. Este evento libera una energía colosal, dispersando elementos pesados en el espacio y pudiendo crear ondas de choque que modelan las nubes de gas circundantes. Los restos de estas explosiones, como las enanas blancas o las estrellas de neutrones, continúan emitiendo radiaciones que participan en la ionización del medio interestelar.

Las supernovas desempeñan un papel importante en el enriquecimiento químico de la galaxia, proporcionando los materiales necesarios para la formación de nuevas estrellas y planetas. Su estudio permite a los astrónomos comprender cómo elementos como el carbono o el oxígeno se extienden por el Universo, contribuyendo a la diversidad de los sistemas estelares.

Observar estos procesos ayuda a predecir la evolución futura de nuestro entorno galáctico. Por ejemplo, la muerte próxima de Epsilon y Beta Canis Majoris en supernova iluminará el cielo terrestre sin peligro, ofreciendo una ocasión rara de ver un evento así de relativamente cerca.
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