El agua ya no es patrimonio exclusivo de los polos lunares. Incluso las regiones más soleadas contendrían rastros de este valioso líquido. Un descubrimiento sorprendente, revelado gracias al análisis detallado de los datos espaciales.
La sonda india Chandrayaan-1 ha revelado moléculas de agua e hidroxilo en zonas inesperadas. Estas nuevas observaciones vienen a cambiar nuestra percepción de la Luna.
Imagen de la superficie lunar tomada por la misión Apollo 17 de la NASA. Se observan las huellas del rover y de los astronautas que muestran que el suelo perturbado es más oscuro y de color diferente a la superficie, lo que indica cambios en el tamaño del grano y/o en la composición con la profundidad. El contraste ha sido aumentado en comparación con el original para mostrar mejor las huellas.
Los científicos utilizaron un espectrómetro infrarrojo a bordo para cartografiar el agua presente en nuestro satélite natural. Este espectrómetro capta firmas lumínicas invisibles al ojo humano, lo que permite detectar el agua. Los resultados muestran una distribución mucho más extendida de las moléculas de agua de lo que se esperaba. Incluso las zonas expuestas al Sol, en teoría áridas, contienen rastros de agua e hidroxilo.
El origen de esta agua estaría relacionado con impactos de meteoritos que, al golpear la superficie de la Luna, han formado cráteres y expuesto rocas escondidas ricas en agua. Al impactar el suelo lunar, estos meteoritos revelan materiales que contienen agua en forma de hielo o trazas minerales. Además del agua, estos materiales también contienen hidroxilo, una molécula similar al agua, pero ligeramente diferente, formada por la acción de los vientos solares.
El proceso de formación del agua en la Luna es particularmente complejo e involucra varios mecanismos. Durante los impactos de meteoritos o las erupciones volcánicas, el agua contenida en las rocas lunares se libera en forma de vapor o hielo. Sin embargo, una vez en la superficie, esta agua se altera rápidamente por la radiación cósmica y los vientos solares. Este proceso deja detrás capas de hidroxilo, una molécula más estable en la superficie. Con el tiempo, estas continuas interacciones modifican la composición química de las rocas lunares.
Estos descubrimientos tienen implicaciones para la exploración espacial. Los futuros astronautas podrían así explotar estos recursos acuáticos para sobrevivir, incluso lejos de los polos lunares. Comprender la distribución del agua es esencial para determinar dónde podrían instalarse las primeras bases lunares. Este conocimiento allanará el camino para misiones prolongadas en la Luna.