La historia inscrita en nuestros genes revela las antiguas interacciones entre neandertales y humanos modernos. Este mestizaje entre especies dejó una huella indeleble, aún presente en nuestro ADN actual.
Entre hace 50 500 y 43 000 años, los Homo sapiens y los neandertales compartieron un momento singular de la historia. Estos encuentros, que se extendieron durante unos 7 000 años, favorecieron intercambios genéticos que hoy representan entre el 1 y el 2 % del ADN de las poblaciones euroasiáticas.
El análisis de 58 genomas antiguos y ADN contemporáneo permitió definir con mayor precisión este periodo de mezcla genética, ubicado hace aproximadamente 47 000 años. Estos resultados también arrojan luz sobre las rutas migratorias seguidas por los primeros humanos al salir de África.
Las herramientas modernas, como los modelos de análisis desarrollados por los investigadores, han demostrado que estas interacciones no se limitaron a un único evento. Los intercambios habrían sido complejos, involucrando a varios grupos separados en tiempo y espacio. Esto explicaría por qué las poblaciones del este de Asia poseen aproximadamente un 20 % más de genes neandertales que los europeos.
La rápida desaparición de ciertos genes neandertales, conocidos como "desiertos neandertales," intriga a los científicos. Estas regiones genéticas, libres de herencia neandertal, podrían deberse a incompatibilidades biológicas entre ambas especies, aunque otros segmentos genéticos habrían aportado ventajas adaptativas.
Entre los legados genéticos significativos, se destacan genes relacionados con la inmunidad, la pigmentación de la piel y el metabolismo, que desempeñaron un papel clave. Algunos, como los asociados con la resistencia a virus como el coronavirus, muestran su relevancia en contextos modernos.
Esta dinámica evolutiva va más allá de los neandertales. Las poblaciones del este de Asia también presentan rastros de ADN provenientes de los denisovanos, otro grupo de homínidos. Estos descubrimientos permiten rastrear las adaptaciones humanas a lo largo de milenios, integrando elementos heredados de nuestros "primos" prehistóricos.
Estos avances científicos abren una ventana única a la evolución humana, donde las interacciones pasadas continúan moldeando nuestro presente. A través de nuestros genes, emerge una parte de nuestra historia común.