La mayoría de los animales no pueden reproducir los sonidos que escuchan. Los loros, en cambio, poseen un órgano vocal especial llamado siringe, ubicado en la unión de los pulmones, particularmente desarrollado. Gracias a su estructura y a músculos extremadamente precisos, pueden imitar una amplia gama de sonidos, incluyendo la voz humana.
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Pero la imitación no es necesariamente sinónimo de comprensión. En muchos loros domésticos, las palabras se repiten principalmente por asociación: aprenden que un sonido desencadena una reacción (como recibir una golosina o llamar la atención). Así, un loro que dice "Hola" por la mañana lo hace a menudo porque ha escuchado esa frase cada día a esa hora, y no porque sepa que está saludando a alguien.
Dicho esto, algunos loros, en particular los loros grises de Gabón, han mostrado signos de comprensión mucho más avanzados. El caso más famoso es el de Alex, un loro estudiado por la científica Irene Pepperberg. Alex conocía más de cien palabras, sabía identificar colores, formas, materiales y podía responder correctamente a preguntas simples, como "¿De qué color es el bloque?". Estos resultados sugieren no solo una memoria impresionante, sino también cierta capacidad para asociar palabras con conceptos.
La clave probablemente radica en la diferencia entre repetición mecánica y aprendizaje cognitivo. La mayoría de los loros repiten sin comprender plenamente, pero algunos, en condiciones de educación y estimulación particulares, pueden aprender a usar las palabras de manera pertinente.
Así, si un loro repite "Te quiero", quizás no esté pensando en el significado humano de la frase... pero sabe que eso atrae la atención y fortalece un vínculo. Y a veces, ese vínculo vale tanto como una verdadera conversación.