Las imágenes capturadas por el satélite Sentinel-5P de la ESA muestran la magnitud de la erupción. Las columnas de ceniza alcanzaron una altitud de 6.500 metros, casi el doble de la altura del volcán. Estos datos también revelaron la presencia de dióxido de azufre, un gas peligroso para la salud.
Enormes columnas de humo y ríos de lava escapan del Etna durante su erupción en la isla de Sicilia.
Crédito: contiene datos modificados de Copernicus Sentinel (2025), procesados por la ESA
El Etna, situado en la costa este de Sicilia, domina el paisaje con un diámetro de 35 kilómetros. Durante esta erupción, los flujos piroclásticos recorrieron más de un kilómetro en menos de un minuto, deteniéndose en el Valle de Leone. Esta zona actúa como una cuenca de contención natural, limitando los daños.
El Etna lleva siglos en actividad, con erupciones esporádicas que han marcado la historia. Esta última erupción se considera de tamaño medio. Las autoridades aseguraron que no había peligro para la población, aunque algunos turistas tuvieron que huir de la zona.
El satélite Sentinel-5P de la ESA desempeñó un papel clave en la observación de este evento. Su imagen multiespectral de alta resolución permite capturar detalles precisos de la superficie terrestre, ofreciendo imágenes espectaculares de la erupción.
¿Cuáles son los peligros del dióxido de azufre emitido por los volcanes?
El dióxido de azufre (SO2) es un gas tóxico que puede causar problemas respiratorios. Durante las erupciones, puede formar una niebla volcánica, o 'vog', especialmente peligrosa para las personas con asma.
A gran altitud, el SO2 también puede afectar al clima al reflejar la luz solar. Esto puede provocar un enfriamiento temporal de la temperatura terrestre.
Los satélites monitorean las emisiones de SO2 para alertar a las autoridades y a la población. Esta vigilancia es crucial para prevenir impactos en la salud y el medio ambiente.