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🖐️ Estas obras de arte no fueron dibujadas por nuestra especie
Publicado por Cédric, Autor del artículo: Cédric DEPOND Fuente:Scientific Reports Otros Idiomas: FR, EN, DE, PT
Una silueta de mano, proyectada en ocre rojo sobre una pared rocosa hace más de 60.000 años, revoluciona hoy el relato establecido de la prehistoria.
Esta huella, descubierta en las profundidades de una cueva española, no puede atribuirse a nuestra especie, Homo sapiens, que aún no había pisado ese suelo. Su presunto autor, el Neandertal, durante mucho tiempo percibido como un ser rudo y sin imaginación, nos invita a reconsiderar los orígenes mismos de la expresión simbólica.
Esta revelación se basa en una serie de descubrimientos arqueológicos mayores que, en conjunto, pintan el retrato de un homínino mucho más evolucionado que la caricatura del "bruto de las cavernas". El análisis minucioso de pigmentos, herramientas y estructuras en el fondo de cuevas oscuras permite ahora esbozar los contornos de una forma de espiritualidad o comunicación gráfica en nuestros primos desaparecidos.
Cuatro vistas del fragmento de ocre ZSKVI-01 que presenta múltiples modificaciones. (A) Superficie externa friable que muestra numerosas incisiones, picaduras y cortas estrías orientadas aleatoriamente en las zonas alisadas. (B) Borde derecho que presenta micro-astilladuras muy desgastadas. (C) Superficie interna cóncava y más dura, visible en su borde derecho. (D) Lascas. Escala: 1 cm.
El debate sobre sus capacidades cognitivas, antes puramente especulativo, entra ahora en el dominio de las pruebas materiales, redefiniendo la frontera entre lo que se considera propio del humano y lo que no lo es.
El arte de las cuevas, una firma neandertal
En las cavernas de La Pasiega, Maltravieso y Ardales en España, motivos geométricos y plantillas de manos han sido datados en más de 64.000 años gracias al método uranio-torio. Esta técnica consiste en analizar las finas capas de calcita que se han depositado sobre estas obras a lo largo de los milenios, proporcionando una edad mínima. La presencia de estos depósitos naturales garantiza la autenticidad y antigüedad de los pigmentos subyacentes, confirmando que fueron aplicados mucho antes de la llegada de Homo sapiens a la región.
Más al norte, la cueva de La Roche-Cotard, en Francia, alberga otro tipo de expresión. En sus paredes de barro blando, series de líneas paralelas y sinuosas han sido trazadas con los dedos, creando composiciones organizadas. La entrada de esta cavidad fue sellada por sedimentos hace al menos 54.000 años, lo que sitúa necesariamente estas obras en una época en la que solo los Neandertales recorrían la región. Estos surcos digitales representan una forma de arte igualmente intencional.
La instalación más espectacular se encuentra en la cueva de Bruniquel, donde los Neandertales ensamblaron trozos de estalactitas para formar una amplia estructura ovalada, a más de 300 metros de la entrada. Huellas de fuego en la proximidad inmediata muestran un uso que va más allá de la simple utilidad práctica. Esta disposición, que requiere coordinación y planificación, testimonia un dominio del espacio subterráneo y quizás de una actividad de carácter ceremonial o simbólico.
Materiales de coloración arqueológicos estudiados procedentes de ZSKV, ZSKVI, PRMII y MUH.
Las herramientas de la expresión simbólica
El análisis de objetos de ocre, un pigmento mineral, procedentes de sitios en Crimea y Ucrania, ha revelado prácticas sofisticadas. Uno de estos fragmentos, cuidadosamente tallado en forma de lápiz, presenta estrías que demuestran que fue afilado en repetidas ocasiones. Esta forma no es el resultado del desgaste, sino el fruto de un modelado deliberado para convertirlo en una herramienta de marcado, utilizada probablemente para dibujar sobre superficies.
Otro fragmento de ocre presenta superficies pulidas y motivos grabados, indicando que fue utilizado de manera repetida para dejar trazas. Los micro-rastros de desgaste observados al microscopio electrónico son característicos de una fricción sobre una superficie abrasiva. Estos objetos, cuidadosamente conservados y mantenidos, no eran simples utensilios, sino instrumentos dedicados a una actividad específica.
El descubrimiento, reportado en Science Advances, de ocre trabajado en sitios que datan del Micoquiense, hace entre 130.000 y 33.000 años, retrasa considerablemente la cronología de los comportamientos simbólicos. La fabricación y conservación de estas herramientas especializadas sugieren una transmisión de know-how y una tradición cultural. Estos artefactos prueban que el uso del ocre no era solo utilitario, sino que respondía también a una necesidad de expresión.
Para ir más allá: ¿Cómo definir el pensamiento simbólico?
El pensamiento simbólico es la capacidad de utilizar signos, imágenes u objetos para representar conceptos, creencias o relatos que trascienden la realidad inmediata. Es fundamental para el lenguaje, el arte y los ritos sociales. En los homíninos, se manifiesta mediante comportamientos que no apuntan a una supervivencia biológica directa.
Los arqueólogos lo identifican a través de la presencia de objetos de adorno, sepulturas con ofrendas, y por supuesto, expresiones artísticas. La creación de motivos geométricos o el uso de pigmentos en las paredes de una cueva de difícil acceso corresponde muy probablemente a esta facultad cognitiva avanzada.
Esta capacidad implica un compartir de significados dentro de un grupo y la transmisión de una cultura. En el Neandertal, indica una vida interior rica y una forma de autoconciencia, rompiendo el viejo paradigma de una humanidad exclusivamente representada por Homo sapiens.
¿Qué es el ocre y cómo se preparaba?
El ocre es un pigmento natural a base de óxido de hierro, que se encuentra en forma de tierra coloreada, que va del amarillo al rojo y al marrón. Los humanos prehistóricos lo recolectaban y transformaban para una multitud de usos, tanto prácticos como simbólicos. Su preparación implicaba a menudo molerlo sobre una piedra plana para obtener un polvo fino.
Este polvo podía luego mezclarse con un aglutinante, como agua, grasa animal o resina, para crear una pintura. Los fragmentos de ocre encontrados en los sitios arqueológicos presentan frecuentemente estrías, pruebas de esta molienda. Algunos fueron modelados en "lápices" para una aplicación directa sobre las superficies.
Su valor está atestiguado por su transporte a largas distancias, a veces a varias decenas de kilómetros desde su yacimiento de origen. Su versatilidad y permanencia lo convirtieron en uno de los primeros materiales artísticos de la humanidad.