Sobre nuestras cabezas, ha comenzado una carrera contrarreloj para salvar a un pionero de la astronomÃa. Esta operación, que moviliza a una pequeña empresa privada y a un cohete lanzado desde un avión, podrÃa redefinir la forma en que mantenemos nuestra flota de satélites cientÃficos.
El observatorio espacial Swift de la NASA, en servicio desde 2004, está hoy en peligro. Su órbita se degrada rápidamente y lo amenaza con una reentrada atmosférica para finales de 2026. Al no poseer un sistema de propulsión, no puede mantenerse por sà solo. La solución ideada demuestra, por tanto, una gran ingeniosidad y podrÃa anunciar una era en la que la asistencia en órbita se convierta en una práctica habitual para prolongar la vida de las misiones espaciales.
El cohete situado bajo el vientre de su avión nodriza
Una operación técnica audaz para una captura sin precedentes
El plan de rescate es el siguiente: un vehÃculo espacial robótico, desarrollado por la empresa Katalyst Space Technologies, será lanzado desde un avión. Esta compañÃa obtuvo un contrato de la NASA por un valor de 30 millones de dólares para esta misión. La tarea del vehÃculo será localizar a Swift, aproximarse y luego acoplarse fÃsicamente a él. Para esta maniobra delicada, está equipado con una particularidad: tres brazos robóticos especialmente diseñados.
El acoplamiento representa, no obstante, la etapa más arriesgada de la operación, ya que Swift nunca fue diseñado para ser capturado o reparado en órbita. Su revestimiento, sus instrumentos y su orientación – sus ópticas sensibles nunca deben apuntar hacia la Tierra o el Sol – constituyen numerosas dificultades. Los ingenieros tuvieron que basarse en fotografÃas de archivo para identificar los únicos puntos de sujeción posibles en la estructura del satélite de dos décadas de antigüedad.
Si la captura tiene éxito, el vehÃculo iniciará entonces la fase de remolque. Utilizará sus propios propulsores para elevar gradualmente el observatorio hasta su altitud inicial, aproximadamente 600 kilómetros. Esta maniobra debe permitir asà que Swift continúe sus observaciones cientÃficas durante al menos diez años más, preservando una inversión cientÃfica mayor estimada en medio billón de dólares.
Lanzamiento aéreo: la clave para cumplir con la urgencia
El calendario extremadamente ajustado impone un lanzamiento imperativo en junio de 2026. Para cumplirlo, la elección del lanzador era decisiva. Katalyst se volcó entonces hacia el cohete Pegasus XL de Northrop Grumman, cuya ventaja principal es su modo de lanzamiento aéreo. El principio: el cohete es transportado bajo el vientre de un avión L-1011 Stargazer, luego soltado a 12,000 metros de altitud antes de encender su motor.
Este método ofrece una flexibilidad operativa notable. Es, de hecho, necesario para alcanzar la órbita inclinada precisa de Swift, a la que la mayorÃa de los lanzadores convencionales que parten desde tierra llegan difÃcilmente de forma económica. El perfil de vuelo del Pegasus proporciona justamente la trayectoria adecuada para un encuentro orbital eficaz. Son, por tanto, estas ventajas particulares las que determinaron la elección de los socios para esta misión.
En definitiva, esta operación busca también demostrar un nuevo enfoque de la logÃstica espacial. En caso de éxito, crearÃa un precedente mayor: serÃa la primera vez que un satélite gubernamental no diseñado para mantenimiento serÃa capturado y recolocado en órbita por un vehÃculo comercial. Una capacidad de respuesta tan rápida abrirÃa el camino a servicios de prolongación de vida útil, mantenimiento o desorbitación para una amplia gama de satélites en órbita baja.