La historia del Imperio romano se revela bajo una nueva luz a través de un estudio reciente. Esta investigación destaca una conexión sorprendente entre las variaciones climáticas y las grandes pandemias que azotaron esta civilización. Descubramos juntos cómo los períodos de gran frío podrían haber sido detonantes de estas trágicas epidemias.
Los investigadores, incluyendo al historiador romano Kyle Harper de la Universidad de Oklahoma y la paleoceanógrafa Karin Zonneveld de la Universidad de Bremen, centraron su estudio en los sedimentos extraídos del Golfo de Tarento. Estos sedimentos, provenientes de ríos como el Po, encierran los secretos del corazón del Imperio romano.
Los equipos utilizaron múltiples indicadores, incluyendo vidrio volcánico procedente de erupciones conocidas, para datar con precisión las capas de sedimento. Estos indicadores revelan una cronología que abarca desde el 200 a.C. hasta el 600 d.C., cubriendo desde la República romana tardía hasta los últimos días del Imperio romano.
Para reconstruir las variaciones de temperatura y precipitaciones, los científicos se basaron en los dinoflagelados, diminutos organismos cuyo ciclo de vida está fuertemente influenciado por estos dos factores. La presencia variada de estas especies a lo largo de los años permitió trazar un panorama de las condiciones climáticas de la época.
Los resultados son reveladores: tras un periodo climático estable entre el 200 y el 100 a.C., una serie de enfriamientos breves pero intensos marcó la época romana. Estos periodos de frío coinciden sorprendentemente con los momentos en los que grandes pandemias azotaron el Imperio.
La primera de estas coincidencias ocurre entre el 160 y el 180 d.C., con la Peste antonina o Peste de Galeno, traída al imperio por los ejércitos romanos que regresaban de Asia occidental. Los historiadores creen que se trataba de viruela o sarampión.
Otro enfriamiento notable, entre el 245 y el 275 d.C., coincide con la Peste de Cipriano, una enfermedad caracterizada por vómitos y, en ocasiones, la putrefacción de los miembros.
Finalmente, después del 500 d.C., otro marcado enfriamiento coincide con el inicio de la Peste de Justiniano en el 541 d.C., precursora de la Peste negra que asolaría Europa en el siglo XIV.
Los investigadores mencionan varias razones por las cuales las epidemias y el clima podrían estar relacionados, desde cambios ecológicos que favorecen el paso de enfermedades de animales a humanos, hasta cambios en la resistencia humana. En una sociedad agrícola como la de la antigua Roma, los periodos de frío podrían haber dificultado la producción de cultivos suficientes, llevando a la malnutrición y aumentando la susceptibilidad a enfermedades.
Este estudio ofrece una perspectiva fascinante sobre cómo los cambios climáticos pueden influenciar la historia humana, especialmente en las sociedades antiguas. Subraya la importancia de comprender nuestra propia vulnerabilidad a los cambios climáticos actuales.