☀️ ¿Por qué el Sol cambia de color a lo largo del día?

Publicado por Adrien,
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Cada mañana, amanece dorado en el horizonte, brilla con un blanco resplandeciente al mediodía y se pone en un festival de rojos y naranjas. Este gran actor del cielo, el Sol, cambia de color ante nuestros ojos a lo largo del día. Sin embargo, no es el astro en sí el que se transforma, sino la forma en que su luz nos llega a través de la atmósfera terrestre.


Imagen ilustrativa Pixabay

La luz del Sol es principalmente blanca, pero en realidad contiene todos los colores del espectro visible, desde el violeta hasta el rojo. Estos colores corresponden a diferentes longitudes de onda: el violeta y el azul tienen longitudes de onda cortas, mientras que el rojo y el naranja tienen longitudes de onda largas.

Cuando un rayo de luz entra en la atmósfera, encuentra moléculas de aire, polvo, gotitas de agua... Estas partículas dispersan la luz, y lo hacen con más eficacia para las longitudes de onda cortas. Este fenómeno tiene un nombre: dispersión de Rayleigh.

A pleno día, cuando el Sol está alto en el cielo, su luz atraviesa una capa relativamente delgada de atmósfera antes de llegar a nuestros ojos. El azul y el violeta se dispersan en todas direcciones, dando al cielo su color azul. Mientras tanto, la luz solar que nos llega directamente aún contiene una buena parte de todos los colores, lo que le da al Sol un aspecto blanco ligeramente amarillento.


Imagen ilustrativa Pixabay

Al amanecer y atardecer, la situación cambia radicalmente. La luz llega rozando la superficie de la Tierra y debe atravesar un mayor espesor de aire. Este largo viaje a través de la atmósfera dispersa casi por completo las longitudes de onda cortas como el azul y el verde. Lo que queda son principalmente los colores cálidos: rojo, naranja y amarillo. Resultado: un Sol flamígero.

Este cambio de color puede verse amplificado por la presencia de partículas adicionales en el aire. Tras una erupción volcánica, por ejemplo, el polvo proyectado a la atmósfera puede crear atardeceres de un rojo intenso durante semanas. Igualmente, en verano, el calor, la sequía o los incendios añaden partículas finas que acentúan los tonos cálidos del atardecer.

Por el contrario, ciertas condiciones hacen que los amaneceres y atardeceres sean más pálidos. Un aire muy húmedo o brumoso dispersa más todos los colores, dando a veces un Sol blanco lechoso. Y cuando nos encontramos en altitud, donde el aire es más puro, las transiciones de color pueden ser menos marcadas.

También hay que saber que nuestro ojo juega un papel en esta percepción. Con poca luz, como al amanecer o atardecer, nuestros receptores sensibles al color (los conos) están menos activos que los que detectan luminosidad (los bastones). Esto puede modificar ligeramente cómo percibimos los tonos, haciéndolos más suaves o más saturados según las condiciones.
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