Hacer trampas, aunque preocupante para algunos, es frecuente e incluso universal en los niños pequeños. Un ejemplo destacado: investigadores han descubierto que casi todos los niños de cinco años, dejados solos con la consigna de no mirar dentro de una caja, echan un vistazo prohibido. Este comportamiento revela mucho más que una simple falta.
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Hacer trampas implica habilidades complejas, como ponerse en el lugar del otro o imaginar lo que podrÃa estar pensando. Estas capacidades aparecen desde la infancia y se perfeccionan con los años. En este sentido, los primeros actos de trampa marcan una etapa en el desarrollo cognitivo de los niños.
Dar el ejemplo es igual de importante. Los estudios muestran que los adultos honestos influyen positivamente en los niños. Por ejemplo, no mentir, ni siquiera como una broma, puede prevenir comportamientos indeseados en los más jóvenes.