La erupción del volcán Kīlauea en 2018 tuvo consecuencias inesperadas en el ecosistema marino a miles de kilómetros de distancia. Un estudio reciente revela cómo las cenizas volcánicas estimularon una proliferación masiva de fitoplancton en el Pacífico Norte.
En mayo de 2018, el Kīlauea proyectó una columna de cenizas hasta ocho kilómetros de altitud. Estas partículas, transportadas por los vientos, terminaron por caer en el océano, a más de 1.900 kilómetros al oeste del volcán. Esta dispersión fue seguida por satélites, permitiendo a los científicos trazar su trayectoria.
Columna de cenizas del Kīlauea en 2018. Crédito: U.S. Geological Survey
Los investigadores observaron un aumento significativo de clorofila en esta zona, indicador de una proliferación de fitoplancton. Esta floración, una de las más importantes jamás registradas en el Pacífico Norte, fue atribuida al aporte de hierro y otros nutrientes por las cenizas volcánicas. Estos elementos son esenciales para el crecimiento de los microorganismos marinos.
El estudio, publicado en el Journal of Geophysical Research: Oceans, destaca el impacto de las erupciones volcánicas en el ciclo del carbono oceánico. Los fitoplancton, al absorber el CO2, juegan un papel clave en la regulación del clima. Su proliferación puede así influir en los intercambios de carbono entre la atmósfera y el océano.
Los datos satelitales permitieron correlacionar la caída de las cenizas con la aparición de la floración. Los investigadores también utilizaron boyas Argo para medir las condiciones oceánicas. Estas herramientas confirmaron que las aguas, habitualmente pobres en nutrientes, habían sido enriquecidas por los depósitos volcánicos.
Este descubrimiento abre nuevas perspectivas sobre la interacción entre los volcanes y los ecosistemas marinos. Los científicos planean ahora monitorear futuras erupciones para estudiar en tiempo real sus efectos sobre el fitoplancton. Tal enfoque podría mejorar nuestra comprensión de los mecanismos naturales de secuestro de carbono.
El equipo internacional detrás de esta investigación incluye expertos en oceanografía y ciencias ambientales. Sus trabajos ponen de relieve la complejidad de los procesos naturales y su influencia en la biosfera. Los resultados podrían también tener implicaciones para las estrategias de geoingeniería destinadas a mitigar el cambio climático.
¿Cómo estimulan las cenizas volcánicas el crecimiento del fitoplancton?
Las cenizas volcánicas contienen minerales y oligoelementos, como el hierro, esenciales para la fotosíntesis. Cuando se depositan en la superficie del océan, estas sustancias se disuelven en el agua, volviéndose accesibles para el fitoplancton.
El hierro, en particular, es a menudo un factor limitante en las aguas oceánicas alejadas de las costas. Su aporte por las cenizas puede por tanto desencadenar una proliferación rápida de estos microorganismos. Este fenómeno es similar a la fertilización de los suelos en agricultura.
Esta interacción entre los volcanes y la vida marina muestra cómo eventos geológicos pueden influir en los ecosistemas a gran escala. También ilustra la sensibilidad de los océanos a los aportes externos de nutrientes.
¿Cuál es el papel del fitoplancton en el ciclo del carbono?
El fitoplancton absorbe el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera durante la fotosíntesis. Este proceso transforma el CO2 en materia orgánica, contribuyendo a reducir los niveles de este gas de efecto invernadero.
Cuando el fitoplancton muere, una parte de esta materia orgánica se hunde hacia las profundidades, secuestrando así el carbono. Este mecanismo, conocido como bomba biológica, juega un papel crucial en la regulación del clima terrestre.
Las proliferaciones masivas de fitoplancton, como la observada tras la erupción del Kīlauea, pueden por tanto tener un impacto significativo en el balance de carbono del planeta. Representan un proceso natural de captura y almacenamiento de CO2.