La lucha contra el cambio climático no se limita a reducir las emisiones de CO2. Un nuevo estudio revela cómo el dióxido de carbono podría almacenarse de manera duradera bajo tierra, gracias a procesos naturales poco conocidos.
Los científicos han utilizado simulaciones numéricas avanzadas para comprender el comportamiento del CO2 una vez inyectado en los acuíferos. Contrariamente a lo esperado, el CO2 disuelto en el agua se vuelve más denso y se hunde progresivamente, ofreciendo una solución potencial para su almacenamiento a largo plazo.
Marco De Paoli, responsable del estudio, explica que la densidad del agua aumenta con la disolución del CO2. Esta propiedad física permite que la mezcla se hunda en las capas geológicas, creando estructuras donde el CO2 queda atrapado.
Las investigaciones muestran que este fenómeno puede ocurrir en reservorios naturales como acuíferos salinos o antiguos yacimientos petrolíferos. Estas formaciones geológicas, bastante comunes, podrían así desempeñar un papel clave en la secuestración del carbono.
Las condiciones geológicas ideales incluyen una capa impermeable para contener inicialmente el CO2 y una roca porosa debajo para facilitar su hundimiento. Una vez disuelto y enterrado, el CO2 se vuelve estable, incluso en caso de perturbaciones geológicas.
Configuración del flujo de CO2 en las formaciones geológicas. Crédito: Geophysical Research Letters (2025).
Marco De Paoli destaca la importancia de continuar las investigaciones para comprender las reacciones químicas entre el CO2 y los minerales rocosos. Estas interacciones podrían mejorar aún más la eficiencia del almacenamiento geológico del carbono.