Los investigadores han empleado métodos no invasivos para estudiar una cabeza momificada cónica descubierta en Bolivia hace más de un siglo, preservando así su integridad.
Determinaron que se trataba de un hombre adulto fallecido hace al menos 350 años, perteneciente a la cultura Aymara y no Inca. En su infancia, sufrió una deformación craneal, una práctica común en la América del Sur precolombina que consistía en atar fuertemente el cráneo de los bebés para darle una forma cónica.
La cabeza momificada boliviana, con su forma cónica distintiva e incisiones craneales visibles. Crédito: Abegg et al. 2025, Int. J. Osteoarchaeol.; CC BY 4.0
En la parte superior del cráneo, incisiones profundas indican un intento de trepanación, un procedimiento quirúrgico antiguo destinado a perforar el hueso craneal. A diferencia de muchos casos en los que esta operación se realizaba en respuesta a un trauma, aquí no hay aparente lesión, lo que sugiere un propósito ritual o social. La trepanación no se completó, sin saberse por qué, quizás debido a una interrupción voluntaria o a una muerte súbita.
El origen de la cabeza se rastreó mediante notas de archivo: fue recolectada en la década de 1870 en Bolivia por un coleccionista suizo, y luego donada al museo en 1914. Proveniría de una chullpa, una torre funeraria de piedra típica de la región del Altiplano boliviano, donde el clima frío y seco permitió una momificación natural. Este hallazgo subraya la importancia de contextualizar los restos humanos en su marco cultural e histórico.
Se privilegiaron métodos de análisis respetuosos, como la imagen no destructiva, para honrar la dignidad del difunto, evitando muestreos invasivos. Los investigadores, entre ellos Claudine Abegg y Claire Brizon, autoras del estudio publicado en el International Journal of Osteoarchaeology, insisten en la necesidad de consultar a las comunidades locales para cualquier investigación futura, especialmente pruebas de ADN o isotópicas que podrían proporcionar más precisiones.
Análisis tafonómico de un cráneo momificado: vistas del rostro, cuello y mejilla. La piel muestra desgarros naturales o voluntarios, enrollamiento en contacto con el hueso y rastros que evocan daños causados por insectos.
Este estudio abre perspectivas sobre las prácticas médicas y rituales de las culturas precolombinas, mostrando cómo la trepanación y la deformación craneal podían entrecruzarse. Aunque la cabeza no está expuesta públicamente, permanece en las colecciones del museo, a la espera de posibles solicitudes de repatriación por parte de los descendientes Aymara.
Deformación craneal intencional
La deformación craneal era una práctica cultural extendida en diversas sociedades antiguas, especialmente en América del Sur precolombina. Consistía en aplicar presión constante sobre el cráneo de los bebés mediante vendajes o tablillas, modificando su crecimiento para obtener una forma alargada o cónica.
Esta costumbre solía asociarse a creencias religiosas o sociales, sirviendo para distinguir a miembros de ciertas clases o grupos étnicos. Los cráneos deformados se percibían como un signo de belleza, estatus elevado o conexión con lo divino, y podían variar en intensidad según las regiones.
Contrario a lo que se cree, esta práctica generalmente no causaba daños cerebrales significativos, ya que el cerebro posee plasticidad que le permite adaptarse a la forma del cráneo durante la infancia. Estudios modernos sobre esqueletos antiguos muestran que los individuos que sufrieron deformación craneal a menudo vivían hasta la edad adulta sin discapacidades aparentes.
Hoy, el análisis de estos cráneos ayuda a los arqueólogos a comprender migraciones e interacciones culturales en el pasado, identificando estilos de deformación específicos de cada grupo.
Trepanación en la Antigüedad
La trepanación es una de las intervenciones quirúrgicas más antiguas conocidas, practicada desde el Neolítico en diversas culturas alrededor del mundo. Implicaba perforar o raspar el hueso del cráneo para crear una abertura, a menudo con herramientas de piedra o metal.
Las razones de esta práctica eran múltiples: tratar traumatismos craneales, aliviar dolores de cabeza o presiones intracraneales, o cumplir rituales espirituales destinados a expulsar malos espíritus o facilitar la comunicación con lo sobrenatural. En algunos casos, se realizaba en individuos sanos en un marco ceremonial.
Las técnicas variaban considerablemente, desde simples incisiones hasta perforaciones completas, y la tasa de supervivencia era sorprendentemente alta, como lo atestiguan signos de curación ósea observados en muchos cráneos antiguos. Esto sugiere cierta pericia de los practicantes de la época, que debían dominar la anatomía y evitar vasos sanguíneos críticos.