En una cantera ecuatoriana, investigadores han desenterrado un tesoro fosilizado excepcional: ámbar de 112 millones de años que contiene insectos perfectamente conservados. Este descubrimiento abre una ventana única hacia los bosques tropicales que cubrían el supercontinente Gondwana durante el Cretácico, un período crucial de la historia de la vida en la Tierra cuando los continentes modernos comenzaban a separarse.
El ámbar, esta resina de árbol fosilizada, posee la propiedad notable de atrapar y preservar organismos vivos con detalles increíbles. Mientras que la mayoría de los yacimientos de ámbar conocidos se encuentran en el hemisferio norte, este descubrimiento en Ecuador llena un vacío importante en nuestra comprensión de la biodiversidad antigua del hemisferio sur. Los científicos han identificado dos tipos de ámbar distintos: uno formado en profundidad alrededor de las raíces de los árboles, otro expuesto al aire libre antes de su fosilización.
Este escarabajo probablemente se alimentaba de hongos en un bosque del Cretácico. Crédito: Enrique Peñalver
El análisis minucioso de 60 muestras de ámbar aéreo ha revelado 21 inclusiones biológicas notables. Entre estos tesoros congelados en el tiempo, los investigadores han identificado representantes de cinco órdenes de insectos diferentes, incluyendo dípteros (moscas), coleópteros (escarabajos) e himenópteros (que agrupan hormigas y avispas). Una tela de araña fosilizada completa este cuadro de una biodiversidad antigua particularmente bien conservada.
Las características de estas inclusiones biológicas, combinadas con el estudio de los fósiles vegetales circundantes - esporas, polen y otros restos - permiten reconstruir el entorno de la época. Los científicos describen un bosque húmedo y denso, dominado por árboles productores de resina, situado en la parte meridional de Gondwana. Este descubrimiento ofrece así un retrato detallado de un ecosistema tropical del Cretácico.
Este estudio, publicado en Communications Earth & Environment, representa un avance mayor para la paleontología. Permite estudiar organismos frágiles como insectos y arácnidos que raramente se fosilizan en otras condiciones.
El ámbar: una cápsula temporal natural
El ámbar se forma cuando la resina secretada por ciertos árboles, principalmente coníferas, sufre un proceso de fosilización durante millones de años. Este material orgánico se endurece progresivamente mientras conserva su transparencia, lo que permite observar las inclusiones que contiene.
La resina fresca actúa como una trampa natural para pequeños organismos. Su viscosidad inicial impide su huida, luego su solidificación progresiva los atrapa definitivamente. El entorno anaeróbico creado por la encapsulación impide la descomposición, preservando así las estructuras más delicadas.
A diferencia de los fósiles clásicos donde solo se conservan las partes duras, el ámbar puede preservar detalles anatómicos extremadamente finos: alas membranosas, pelos sensoriales, incluso células y moléculas orgánicas en algunos casos excepcionales. Esta conservación lo convierte en una herramienta valiosa para el estudio de la evolución.