⏳ A una edad muy concreta, este órgano envejece súbitamente y genera el envejecimiento de todos los demás

Publicado por Cédric,
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Cell
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Nuestro organismo no experimentaría un envejecimiento uniforme, sino más bien brotes sucesivos. Un estudio reciente identifica un período crucial donde este proceso parece acelerarse.

Esta investigación, publicada en la revista Cell, aporta una perspectiva novedosa sobre la dinámica del envejecimiento. Al analizar minuciosamente las proteínas de diferentes tejidos humanos, científicos han cartografiado las variaciones biológicas a lo largo del tiempo. Sus observaciones revelan una aceleración notable alrededor de los cincuenta años, con disparidades importantes entre los órganos.



Un reloj biológico con múltiples mecanismos


El equipo de investigación procedió al análisis proteómico de 516 muestras tisulares. Estas muestras procedían de 76 donantes de órganos de entre 14 y 68 años. El estudio cubría ocho sistemas fisiológicos principales, incluyendo los sistemas cardiovascular e inmunológico.

Los científicos observaron modificaciones tempranas desde los 30 años. Estos cambios concernían principalmente la glándula suprarrenal, productora de numerosas hormonas. Este descubrimiento corrobora la importancia del control metabólico en el envejecimiento.

Una transformación más marcada ocurría entre los 45 y 55 años. Este período correspondía a fluctuaciones importantes de los niveles proteicos. La aorta, la arteria principal del organismo, presentaba las variaciones más significativas.

El papel central del sistema vascular


El estudio demuestra un aumento significativo de la proteína GAS6 en las paredes de la aorta envejecida. Esta arteria mayor se convierte así en una fuente importante de este mensajero biológico. La proteína es posteriormente liberada en la circulación sanguínea.

El sistema vascular asegura la difusión de esta señal a través de todo el organismo. La GAS6 viaja mediante el flujo sanguíneo para alcanzar órganos distantes. Funciona como una molécula señalizadora de senescencia.

Esta proteína se fija sobre receptores específicos en la superficie de las células objetivo. Su interacción desencadena cascadas bioquímicas que activan los programas de envejecimiento celular. Propaga así el declive funcional a tejidos inicialmente sanos.
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