Un estudio reciente publicado en Nature Reviews Earth & Environment nos informa sobre un fenómeno alarmante: el océano Ártico podría estar "libre de hielo" ya para 2035, mucho antes de lo previsto. La desaparición anticipada del hielo se atribuye principalmente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
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Según esta investigación, entre 2035 y 2067, los meses de septiembre podrían estar regularmente libres de hielo en la región ártica. Sin embargo, "libre de hielo" no significa una ausencia total de hielo, sino más bien una reducción a menos de un millón de kilómetros cuadrados, lo que equivale aproximadamente al 7 % de la superficie total del océano Ártico.
El derretimiento acelerado del hielo marino, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, transformará el océano Ártico, pasando de un paisaje blanco en verano a un océano azul. Esta desaparición del hielo tendrá consecuencias dramáticas tanto en el ambiente local como a nivel mundial.
Los osos polares, las focas y los morsas, que dependen del hielo marino para su hábitat y alimentación, estarán seriamente amenazados. Además, la reducción del hielo provocará un aumento del albedo de la región (su capacidad para reflejar los rayos del sol, permitiendo devolver parte de esta energía al espacio), amplificando así el calentamiento global. El aumento de las olas también puede acelerar la erosión costera.
Las consecuencias también se extienden a las comunidades humanas que viven cerca de la región ártica. El hielo marino juega de hecho un papel esencial en la protección contra las olas y las tormentas, y su desaparición las expondrá más a desastres naturales y a la erosión costera.
Sin embargo, todavía hay algo de esperanza: el hielo marino ártico es resiliente y puede reformarse rápidamente si se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero para evitar una ausencia prolongada de hielo en el Ártico, es imperativo mantener las emisiones en un nivel lo más bajo posible. Así, aunque el derretimiento del hielo marino ártico es inevitable, la frecuencia y la severidad de este fenómeno dependen de nuestras acciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.