Las temperaturas extremas no solo ponen a prueba nuestro organismo a diario. También podrían influir en la velocidad a la que envejecen nuestras células. Los investigadores están prestando cada vez más atención a este vínculo discreto pero profundo entre las olas de calor y el desgaste prematuro del cuerpo.
Conocidas por alterar el sueño o agravar enfermedades crónicas, las olas de calor revelan ahora un impacto más insidioso: la aceleración del envejecimiento biológico. Publicado en
Nature Climate Change, un amplio estudio realizado en Taiwán arroja luz sobre esta relación inesperada. Sugiere que el calentamiento global, al multiplicar las olas de calor, también podría transformar nuestra relación con el paso del tiempo en nuestros organismos.
Un envejecimiento medido en miles de personas
Cerca de 25 000 habitantes de Taiwán fueron seguidos durante unos quince años. Su edad biológica se estimó mediante una serie de indicadores de salud, desde la tensión arterial hasta los parámetros hepáticos. Los investigadores cruzaron luego estos datos con la exposición de los participantes a las olas de calor. Los resultados mostraron una brecha creciente entre la edad real y la edad biológica en las zonas más cálidas. En el cuarto más expuesto, el envejecimiento se aceleraba aproximadamente un 3 % anual. Los trabajadores manuales y los habitantes de zonas rurales, a menudo sin aire acondicionado, se encontraban entre los más afectados.
Este hallazgo no se limita a Asia. En Estados Unidos, otro estudio realizado con más de 3 600 personas mayores evidenció recientemente alteraciones químicas del ADN relacionadas con el calor. Estas modificaciones constituyen signos objetivos de envejecimiento acelerado.
Las consecuencias no son solo teóricas. Se traducen en un aumento del riesgo de infarto, accidentes cerebrovasculares o diabetes, patologías que afectan considerablemente la esperanza de vida. Algunos investigadores comparan el impacto global de la exposición repetida con el del tabaquismo o el consumo excesivo de alcohol.
Los mecanismos biológicos del desgaste térmico
Se exploran varias vías biológicas para comprender esta influencia del calor en el envejecimiento. La reducción de la longitud de los telómeros, esos fragmentos protectores situados en los extremos de los cromosomas, figura entre las hipótesis principales.
Otros investigadores mencionan daños directos en el ADN, que alterarían la estabilidad genética de las células. Las mitocondrias, esenciales para la producción de energía, también se verían debilitadas por el calor. Estos daños conducirían a una senescencia celular, etapa en la que la célula deja de dividirse y entra en una fase de degradación. Este proceso contribuye al envejecimiento global del organismo.
Las poblaciones no reaccionan todas de la misma manera. La edad, el estado de salud y también el estilo de vida juegan un papel. Una persona mayor ya debilitada por varias olas de calor podría sufrir un envejecimiento más marcado que un adulto joven. El hecho de trabajar al aire libre o vivir sin aire acondicionado amplifica aún más los efectos observados.
Los investigadores subrayan, por último, que los aires acondicionados no constituyen una solución sostenible. Aportan comodidad individual, pero expulsan calor al exterior, agravando las condiciones para quienes carecen de ellos. Estos elementos recuerdan que el envejecimiento acelerado relacionado con el calor no es uniforme, sino que depende de una combinación de factores biológicos, sociales y ambientales.