La magnitud de los incendios forestales canadienses, que arrasaron millones de hectáreas, sorprendió por su capacidad para afectar a poblaciones que viven a miles de kilómetros de distancia. Un estudio internacional acaba de medir este alcance, destacando el impacto directo de las partículas finas contenidas en el humo sobre la salud pública, desde América del Norte hasta Europa.
Una temporada sin precedentes
Los incendios se multiplicaron en Canadá entre mayo y septiembre de 2023, en un clima vuelto más propicio por el calentamiento global. Casi 18 millones de hectáreas quedaron reducidas a cenizas, una superficie superior a la de Inglaterra.
Estas enormes llamas liberaron enormes columnas de humo, oscureciendo el cielo y desencadenando alertas sanitarias repetidas. Las autoridades observaron un deterioro inmediato de la calidad del aire en el continente norteamericano.
Pero la singularidad del evento también radica en la magnitud de la dispersión atmosférica. Las masas de partículas se propagaron hasta Europa, confirmando que los efectos de tales incendios traspasan ampliamente las fronteras nacionales.
Los impactos sanitarios revelados
Los investigadores estimaron que 354 millones de personas respiraron aire cuyo contenido de partículas finas superaba el umbral recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Estas partículas PM2,5 pueden penetrar profundamente en los pulmones y llegar al torrente sanguíneo.
El estudio distingue las muertes relacionadas con una exposición aguda, durante unos días de alta concentración, y aquellas provocadas por una exposición crónica más difusa. Las primeras se asocian con crisis cardíacas o dificultades respiratorias inmediatas. Se cifran en 5.400 en Estados Unidos y Canadá.
Las segundas son más numerosas, ya que corresponden a patologías cardiovasculares o pulmonares agravadas por meses de aire contaminado. El balance se estima en casi 70.000 muertes prematuras en toda América del Norte y Europa.
Una modelización sin precedentes
Para obtener estos resultados, los científicos combinaron observaciones satelitales, modelos de transporte químico y técnicas de aprendizaje automático. Luego cruzaron estos datos con modelos epidemiológicos que establecen los vínculos entre contaminación y mortalidad.
El ejercicio conllevaba incertidumbres, especialmente debido a la ausencia de precedentes comparables. Los investigadores tuvieron que basarse en bases de datos ampliadas sobre la exposición a partículas finas.
A pesar de estas limitaciones, el estudio publicado en
Nature proporciona una primera cuantificación del impacto sanitario intercontinental de los incendios forestales. Destaca una dimensión hasta ahora subestimada de estas catástrofes.