Una transformación está en marcha en el corazón de los bosques tropicales australianos. Estos ecosistemas milenarios, considerados antes como bastiones naturales contra el exceso de carbono atmosférico, atraviesan hoy una metamorfosis fundamental. Su equilibrio ha cambiado bajo el efecto acumulado de las perturbaciones climáticas, modificando irreversiblemente su relación con la atmósfera. Este fenómeno inédito ofrece una visión de lo que podrían experimentar próximamente los otros grandes bosques tropicales del planeta.
El estudio publicado en
Nature revela la magnitud de este cambio. Gracias a un seguimiento meticuloso de cerca de 11.000 árboles durante un período excepcional de cinco décadas, los investigadores han documentado la transición progresiva de estos bosques de un estatus de sumidero a uno de fuente de carbono. Esta inversión de roles ocurre en ecosistemas que sin embargo son reputados por su densidad de biomasa entre las más elevadas del mundo. Su situación geográfica, en una zona climática ligeramente más cálida y seca que los otros bosques tropicales, los convierte en centinelas particularmente expuestos a los cambios en curso.
El mecanismo del cambio
El aumento de la mortalidad de los árboles constituye el principal factor que explica este cambio. Los episodios repetidos de calor extremo y sequía prolongada provocan un estrés hídrico fatal para muchos ejemplares. La vegetación, sometida a condiciones climáticas cada vez más alejadas de su óptimo fisiológico, ve sus defensas debilitadas y su resiliencia comprometida. Cada árbol que sucumbe libera a la atmósfera el carbono que había acumulado pacientemente durante décadas de crecimiento.
El impacto de los ciclones tropicales viene a amplificar esta tendencia preocupante. Estos eventos meteorológicos extremos, cuya intensidad podría aumentar con el calentamiento global, causan daños inmediatos y duraderos a las poblaciones forestales. Los investigadores han cuantificado este efecto: en los seis años siguientes al paso de un ciclón, la mortalidad arbórea aumenta en promedio un 19%. Esta vulnerabilidad aumentada a las perturbaciones climáticas estacionales debilita aún más el equilibrio carbonado de estos ecosistemas.
Contrariamente a las hipótesis avanzadas por algunos modelos, los científicos no han observado ninguna aceleración significativa del crecimiento de los árboles que permitiría contrarrestar el aumento de la mortalidad. Esta ausencia de efecto fertilizante del CO2 cuestiona algunas proyecciones que contaban con una capacidad persistente de los bosques tropicales para absorber el carbono excedente.
Un alcance global
El valor de estas observaciones supera ampliamente el marco australiano. Los bosques tropicales estudiados funcionan como un laboratorio natural que permite anticipar el comportamiento de los grandes bosques mundiales. Su sensibilidad particular a las variaciones climáticas los convierte en indicadores precoces de las transformaciones por venir. Los mecanismos identificados en este estudio podrían manifestarse próximamente en ecosistemas forestales más vastos, como la Amazonía o la cuenca del Congo.
Las implicaciones para los modelos climáticos son considerables. La mayoría de las proyecciones actuales integran una estimación de la capacidad de absorción carbonada de los bosques tropicales. Si esta función llegara a disminuir más rápidamente de lo previsto, el ritmo del calentamiento global podría acelerarse más allá de las predicciones. La consideración de este fenómeno de saturación de los sumideros de carbono terrestres se vuelve por tanto esencial para afinar nuestras proyecciones climáticas.
La preservación de estos ecosistemas únicos representa un desafío científico y político mayor. Los autores del estudio subrayan la importancia de los datos ecológicos a largo plazo, cuya rareza contrasta con su valor incalculable. El mantenimiento de estos programas de observación resulta esencial para seguir la evolución de estos ecosistemas y adaptar las estrategias de conservación frente a cambios tan rápidos como profundos.