🍬 Este edulcorante popular al azúcar finalmente es transformado por el organismo en... azúcar

Publicado por Adrien,
Fuente: Science Signaling
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¿Podrían los edulcorantes presentados como alternativas saludables al azúcar finalmente plantear problemas similares a los que se supone deben evitar?

Un reciente estudio arroja nueva luz sobre el sorbitol, un sustituto común en los productos etiquetados como "sin azúcar" o "bajos en calorías". Este compuesto, que se encuentra de forma natural en algunas frutas y se añade a muchos dulces y chicles, sería capaz, una vez en el organismo, de comportarse como la fructosa, un azúcar frecuentemente señalado por sus efectos en el hígado.


Imagen ilustrativa Pixabay

Publicados en la revista Science Signaling, estos trabajos se inscriben en una serie de investigaciones llevadas a cabo por el equipo de Gary Patti de la Universidad Washington en Saint-Louis. Este grupo se interesa desde hace tiempo por los efectos metabólicos de la fructosa, en particular su vínculo con ciertas enfermedades hepáticas. La novedad reside en la demostración de que el sorbitol puede tomar vías metabólicas que conducen a derivados de la fructosa, lo que podría contribuir a una sobrecarga hepática.

El sorbitol puede provenir directamente de la alimentación, pero también es producido de forma natural en nuestro intestino a partir de la glucosa, especialmente después de una comida rica en azúcares. Para examinar este proceso, el equipo utilizó el pez cebra como modelo. Una observación clave fue que cuando los niveles de glucosa son altos en el intestino, una enzima la transforma en sorbitol, el cual puede luego ser transportado hacia el hígado para sufrir una conversión adicional.

El papel del microbioma intestinal aparece entonces como determinante. Algunas cepas bacterianas, como las del género Aeromonas, son capaces de degradar el sorbitol en un producto inofensivo. En su presencia, el compuesto es eliminado eficazmente antes de llegar al hígado. Por el contrario, en ausencia de estas bacterias apropiadas o si la cantidad de sorbitol es demasiado grande, esta barrera natural es superada.

En estas condiciones, el sorbitol no degradado alcanza el hígado, donde es transformado. Esta conversión es similar a la que sufre la fructosa. Para las personas que consumen regularmente productos que contienen sorbitol, o cuya alimentación genera mucha glucosa, este flujo puede llegar a ser significativo. Esto plantea interrogantes, en particular para los individuos que buscan alternativas al azúcar por razones de salud.


Imagen ilustrativa Pixabay

La capacidad del sistema para manejar el sorbitol depende, por lo tanto, de un delicado equilibrio. Mientras que la ingesta moderada de glucosa o de sorbitol alimentario puede generalmente ser asumida por las bacterias intestinales, cantidades elevadas pueden saturar a estos microorganismos, incluso en una persona que los posea. Esta observación matiza la idea de que los polioles, entre los que se encuentra el sorbitol, son siempre eliminados sin consecuencias.

Estos resultados llevan a reconsiderar la intrincada relación entre nuestra alimentación, nuestra flora intestinal y nuestro metabolismo. Indican que un edulcorante puede tener destinos muy diferentes según cada individuo. La investigación continúa para precisar los mecanismos de degradación bacteriana del sorbitol y para evaluar mejor las implicaciones a largo plazo en la salud hepática.

El recorrido del sorbitol en el organismo


El trayecto del sorbitol en el cuerpo comienza principalmente en el intestino delgado. Tras la ingesta, es absorbido tal cual o producido localmente a partir de la glucosa gracias a la acción de una enzima llamada aldosa reductasa. Esta producción interna se ve favorecida por concentraciones elevadas de glucosa, como las observadas después de una comida rica en carbohidratos.

Presente en el intestino, el sorbitol puede tomar dos vías. La primera, beneficiosa, implica su degradación por ciertas bacterias del microbioma. Estos microorganismos lo fermentan en ácidos grasos de cadena corta, generalmente beneficiosos para la salud intestinal y que no generan una carga para el hígado.

La segunda vía ocurre cuando la capacidad de degradación bacteriana es insuficiente. El sorbitol no metabolizado es entonces absorbido por la pared intestinal y entra en la circulación sanguínea portal, que lo transporta directamente hacia el hígado, el órgano central para el procesamiento de los nutrientes.

En las células hepáticas, otra enzima, la sorbitol deshidrogenasa, transforma el sorbitol en fructosa. Esta fructosa puede luego integrarse en las vías metabólicas hepáticas, en particular en la de la lipogénesis, lo que puede contribuir a la acumulación de grasa en el hígado si los aportes son crónicamente elevados.
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