Un equipo de científicos examinó datos de 19 607 niños de tres a cuatro años en seis países, incluidos Gambia y Palestina. Su objetivo era evaluar cómo la exposición a altas temperaturas afecta las habilidades fundamentales.
El análisis muestra que cuando la temperatura máxima promedio supera los 30 grados Celsius, la probabilidad de alcanzar los hitos de alfabetización y aritmética disminuye entre un 5 y un 6,7 %. Esta correlación se estableció al comparar niños que viven en condiciones climáticas similares pero con diferencias de calor.
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Por otra parte, los niños de familias económicamente modestas o que residen en zonas urbanas sufren retrasos más pronunciados. El acceso limitado al agua potable o a una vivienda adecuada amplifica estas dificultades, lo que indica que las desigualdades existentes pueden verse exacerbadas por el calor.
Para llevar a cabo esta investigación, los investigadores utilizaron el Índice de Desarrollo de la Primera Infancia, una herramienta estandarizada que mide varios ámbitos como las habilidades escolares y el comportamiento. Combinaron estos datos con información demográfica y registros de temperatura mensuales.
Estas observaciones invitan a repensar las medidas de protección de los niños frente a un clima que se calienta. Los autores, entre ellos Jorge Cuartas, indican en el Journal of Child Psychology and Psychiatry que se necesitan estudios adicionales para identificar los mecanismos precisos detrás de estos efectos.
Los mecanismos biológicos del calor sobre el cerebro
El calor excesivo puede alterar el funcionamiento cerebral de varias maneras. Cuando el cuerpo está expuesto a altas temperaturas, debe trabajar más para mantener su temperatura interna, lo que puede reducir el flujo sanguíneo al cerebro. Esto limita el suministro de oxígeno y nutrientes esenciales a las células nerviosas, afectando así la concentración y la memoria.
En los niños pequeños, cuyo cerebro está en pleno desarrollo, estas alteraciones pueden tener consecuencias duraderas. Las neuronas son particularmente sensibles al estrés ambiental, y una exposición repetida al calor podría ralentizar la formación de nuevas conexiones sinápticas. Estos procesos son fundamentales para la adquisición de habilidades como la lectura y el cálculo.
Además, el calor puede influir en los niveles de ciertos neurotransmisores, como la serotonina, que juegan un papel en el estado de ánimo y el aprendizaje. Las temperaturas extremas pueden provocar fatiga, irritabilidad o trastornos del sueño, factores que perjudican la capacidad de los niños para concentrarse y aprender eficazmente.
Entender estos mecanismos ayuda a imaginar intervenciones, como mejorar la ventilación en las escuelas o el acceso a espacios frescos. Esto también muestra por qué los niños desfavorecidos, a menudo expuestos a peores condiciones de vida, son más vulnerables a estos efectos.