El año pasado, el Sol ofreció un espectáculo impresionante con una serie de poderosas erupciones solares. Estos eventos condujeron a la formación de una gran tormenta geomagnética que impactó la Tierra el 10 de mayo de 2024.
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Las erupciones solares, en particular las eyecciones de masa coronal (CME), se fusionaron para crear una supertormenta espacial. Esta fue tan intensa que la NOAA emitió su primera alerta de tormenta geomagnética severa en casi veinte años. Las CME son nubes gigantes de partículas solares que, al llegar a la Tierra, pueden perturbar su campo magnético.
Las consecuencias de esta tormenta fueron múltiples, afectando tanto a las tecnologías terrestres como espaciales. En la Tierra, se observaron perturbaciones en las redes eléctricas y los sistemas de navegación, mientras que en el espacio, los satélites experimentaron un aumento en la resistencia atmosférica. Algunos incluso tuvieron que ponerse en modo seguro para evitar daños.
La atmósfera terrestre también reaccionó significativamente a esta tormenta. La termosfera, una capa de la atmósfera, alcanzó temperaturas récord, provocando su expansión. Esta expansión tuvo un impacto directo en los satélites en órbita, aumentando la resistencia que enfrentan y requiriendo ajustes en sus trayectorias.
Las auroras boreales y australes, normalmente confinadas a las regiones polares, fueron visibles en latitudes mucho más bajas de lo habitual. Estos fenómenos luminosos fueron particularmente intensos y coloridos, ofreciendo un espectáculo raro a observadores de todo el mundo. Las fotografías permitieron a los científicos estudiar estas auroras desde una nueva perspectiva.
El Observatorio de Dinámica Solar de la NASA capturó esta imagen del Sol el 7 de mayo de 2024, mostrando una región activa masiva. Esta zona, aproximadamente 17 veces el tamaño de la Tierra, fue el origen de las erupciones solares que desencadenaron la tormenta geomagnética. Crédito: NASA/Helioviewer
Los efectos de la tormenta no se limitaron a la Tierra. Marte también fue afectado, con auroras observadas por la sonda MAVEN de la NASA. Estos eventos proporcionaron datos valiosos sobre la interacción entre las erupciones solares y las atmósferas planetarias, enriqueciendo nuestra comprensión de los fenómenos espaciales.
Esta tormenta geomagnética, aunque sin consecuencias catastróficas, sirvió como recordatorio del poder del Sol y su impacto en nuestro planeta. Los datos recopilados durante este evento seguirán siendo analizados, ofreciendo información valiosa para la preparación ante futuras tormentas solares.
¿Qué es una eyección de masa coronal (CME)?
Las eyecciones de masa coronal ocurren en la corona solar, la capa externa de la atmósfera del Sol.
Las CME a menudo están asociadas con erupciones solares, pero son fenómenos distintos. Mientras que las erupciones solares son explosiones de luz y radiación, las CME son expulsiones de materia solar.
Cuando una CME se dirige hacia la Tierra, puede interactuar con el campo magnético terrestre, provocando tormentas geomagnéticas. Estas interacciones pueden perturbar las comunicaciones por radio, las redes eléctricas y los sistemas de navegación.
El estudio de las CME es crucial para predecir tormentas geomagnéticas y proteger las infraestructuras tecnológicas en la Tierra y en el espacio.
¿Cómo afectan las tormentas geomagnéticas a los satélites?
Las tormentas geomagnéticas aumentan la densidad de la atmósfera superior de la Tierra, lo que incrementa la resistencia atmosférica sobre los satélites en órbita baja. Este aumento de resistencia puede reducir la altitud de los satélites y requerir maniobras de corrección.
Las partículas energéticas asociadas a estas tormentas también pueden dañar los componentes electrónicos de los satélites. Esto puede provocar fallos temporales o permanentes, afectando las comunicaciones y los servicios de navegación.
Para minimizar estos riesgos, los operadores de satélites monitorean activamente los pronósticos de tormentas geomagnéticas. Pueden entonces tomar medidas preventivas, como poner en modo seguro a los satélites más vulnerables.
Comprender estos efectos es esencial para diseñar satélites más resistentes y mejorar las estrategias de gestión de riesgos espaciales.