Los mini-ictus podrían dejar una fatiga persistente en más de la mitad de los pacientes, revelando una carga frecuentemente ignorada tras la recuperación inicial. Esta fatiga puede prolongarse hasta un año, especialmente en aquellos con antecedentes de ansiedad o depresión.
Un ataque isquémico transitorio (AIT), comúnmente llamado mini-ictus, se considera generalmente una interrupción temporal del flujo sanguíneo al cerebro. Los síntomas, como dificultades en el habla o debilidad muscular, suelen desaparecer en menos de 24 horas. Sin embargo, un estudio reciente publicado en
Neurology muestra que las consecuencias podrían ser más duraderas de lo esperado.
Los investigadores siguieron a 354 personas, con una edad promedio de 70 años, que habían sufrido un mini-ictus. Evaluaron su nivel de fatiga en múltiples ocasiones durante un año. Los resultados indican que el 61% de los participantes sentían fatiga dos semanas después del evento, y el 54% continuaba sufriéndola hasta un año después.
El estudio también exploró cinco tipos diferentes de fatiga, desde la fatiga física hasta la mental. Los puntajes promedio de fatiga disminuyeron ligeramente con el tiempo, pero seguían siendo significativos. Curiosamente, los escáneres cerebrales no lograron explicar esta fatiga persistente.
Los antecedentes de ansiedad o depresión se identificaron como un factor de riesgo importante para la fatiga a largo plazo. Los autores destacan la importancia de un seguimiento prolongado para identificar a los pacientes que podrían necesitar atención adicional.
Una limitación del estudio radica en que algunos cuestionarios pudieron ser completados con ayuda de familiares, lo que podría influir en las respuestas. No obstante, estos resultados abren nuevas perspectivas sobre el manejo post-AIT.
Esta investigación resalta la necesidad de considerar los mini-ictus no solo como eventos transitorios, sino también como posibles factores de trastornos duraderos.
¿Qué es un mini-ictus?
Un mini-ictus, o ataque isquémico transitorio (AIT), es una interrupción temporal del suministro de sangre a una parte del cerebro. A diferencia de un ictus completo, los síntomas de un AIT generalmente desaparecen en menos de 24 horas.
Las causas de un AIT son similares a las de un ictus, incluyendo coágulos sanguíneos o depósitos de grasa en las arterias. Aunque temporales, los AIT son señales de advertencia serias y requieren atención médica inmediata.
El diagnóstico de un AIT se basa en la evaluación de los síntomas y exámenes de imagen cerebral. A pesar de la breve duración de los síntomas, los AIT pueden dejar secuelas sutiles pero significativas, como muestra este estudio sobre la fatiga persistente.
La prevención de los AIT pasa por el manejo de factores de riesgo cardiovascular, como hipertensión, diabetes y tabaquismo. Una intervención temprana puede reducir el riesgo de sufrir un ictus posterior.